Por Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista, de Argentina, y la UIT-CI*
Una de las resoluciones importantes del VII° congreso de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) fue sobre la definición de China y Rusia “como países imperialistas, mientras seguimos estudiando y debatiendo”. Sobre la actualidad de China, reproducimos gran parte de la presentación de Miguel Sorans, a la edición en portugués, del libro “China: de la revolución a la restauración capitalista”, de Nahuel Moreno y otros autores.
*18 de marzo de 2021. Correspondencia Internacional N° 46.
China es uno de los temas de debate más apasionantes del siglo XXI. Se trata de un nuevo fenómeno político, económico y social. (…)
A partir del convencimiento de que en China se restauró el capitalismo y por la peculiaridad del salto cualitativo que se ha provocado en los últimos treinta años, como marxistas estamos abiertos a los cambios y ajustes en las definiciones. (…)
Y esto es lo que ha ocurrido. Nuestra corriente internacional ha seguido estudiando el desarrollo de China y, fruto de una elaboración colectiva, se llegó, en el VII Congreso Mundial de la UIT-CI realizado en diciembre de 2020, a la conclusión de que las definiciones de China, como también de Rusia, como países semicoloniales y subimperialistas habían quedado superadas por los hechos. Y que, por lo tanto, era más adecuado definir a China como un país imperialista.
Seguimos creyendo que desde 1978, encabezado por Deng, se inició en China un proceso de semicolonización a partir de la penetración económica de las multinacionales. Proceso que culminó con la restauración del capitalismo en los años ’90. China, por su atraso en su desarrollo, no podía avanzar por sí misma en un sentido capitalista si no se asociaba con las multinacionales imperialistas, favoreciéndolas con un régimen de trabajo semiesclavo de la clase obrera china. Para desarrollar las grandes ramas industriales del capitalismo, como la automotriz, la electrónica u otros bienes durables, no tuvo otra salida que asociarse con multinacionales yanquis, europeas o de Japón. Se calcula que en la actualidad serían más de 70.000.
A partir de allí, China creó su propia burguesía y sus multinacionales (Alibaba, Huawei, la red TikTok, Tencent, Lenovo, entre otras). Por eso, en este caso, ese largo proceso de semicolonización terminó transformando a China no en una semicolonia, sino en una gran potencia capitalista, un nuevo imperialismo, que tiene fuertes rasgos de autarquía económica y una relativa independencia política frente al imperialismo norteamericano y europeo, lo que ha derivado en fuertes roces y choques comerciales, económicos y políticos con las otras potencias capitalistas. Esto no se opone a que sigan los acuerdos y asociaciones con las multinacionales y gobiernos de otros países imperialistas.
Tanto China como Rusia tienen la peculiaridad de haber pasado de ser Estados obreros burocráticos a Estados capitalistas desde dos grandes países. (…) Entonces definíamos que eran países independientes políticamente, aunque tenían una dependencia económica del mercado capitalista internacional. Siendo, a su vez, parte de un gran frente contrarrevolucionario para evitar las revoluciones en el mundo en el período anterior a la caída del muro de Berlín, en 1989.
China, en particular, pegó el salto a país imperialista sobre la base de una acumulación capitalista realizada por medio de la superexplotación de una población trabajadora y campesina de cerca de 1.000 millones de personas. (…)
El carácter de país imperialista de China se pone en evidencia, por ejemplo, en su agresiva expansión de inversiones internacionales de los últimos años, en especial en los recursos naturales (minería, entre otros), además de inversiones en transporte, principalmente en actividades portuarias y ferroviarias.
China se ha transformado en el primer país inversor en África con, por ejemplo, 72,2 mil millones de dólares de manera directa entre los años 2014 y 2018, quedando Francia en segundo lugar y los EE.UU. en la tercera posición (datos TRP agencia de noticias, 9/10/2019). Las inversiones chinas se han ido expandiendo vertiginosamente en Europa y Latinoamérica. Una de sus expresiones ha sido la compulsiva compra de empresas. En Italia, China ha comprado por valor de 32.000 millones de dólares en tan solo 85 acuerdos. El más importante fue la compra en 2015 de Pirelli por China National Chemical Corp., por 7.000 millones de dólares. En Alemania invirtió 20.000 millones de dólares en 225 acuerdos, el más grande fue la compra de la empresa de maquinaria industrial KUKA AG, la joya de la robótica alemana, que pasó en 2016 a manos del consorcio chino Midea por 4.000 millones de dólares. En Gran Bretaña fue la compra masiva de acciones de la multinacional minera anglo-australiana Río Tinto, y la segunda minera del planeta, por 14.000 millones de dólares. Otra gran inversión de China en Europa ha sido la compra de la empresa pesticida suiza Syngenta por una cantidad que asciende a 46.000 millones de dólares (datos de Néstor Parrondo en GQ, agencia noticias del Estado Español, 10/5/2018). Esto explica que en diciembre de 2020 se haya establecido un acuerdo, que se considera histórico, entre la Unión Europea (UE) y China por el cual se establecen normas para abrir sus mercados y proteger las inversiones. Por otro lado, todavía se sigue negociando el acuerdo comercial que se ha dado en llamar la Ruta de la Seda.
Hasta en los EE.UU., y bajo el gobierno de Trump, la famosa red social china TikTok llegó “a un acuerdo con Oracle y Wallmart para operar en territorio estadounidense” (Clarín, Argentina, 20/9/2020).
También en Latinoamérica, China tiene fuertes inversiones en Chile, Perú, Venezuela, Bolivia, Brasil y Argentina. Un rubro fuerte es la inversión en minería. En Chile, por ejemplo, la empresa privada china Tianqi Lithium adquirió una participación de 24% en la empresa minera chilena de litio SQM (Sociedad Química y Minera de Chile) por 4.000 millones de dólares (El Economista, Argentina, 28/8/2019). Brasil es sede del primer banco chino de industria del mundo, el XCMG, del Grupo Xuzhou Construction Machinery, una de las grandes empresas de fabricación de maquinarias de construcción. El gigante cerealero chino Cofco Corporation completó, en 2017, la adquisición de todas las acciones que le faltaba para absorber a la compañía de granos holandesa Nidera, de fuerte presencia como grupo exportador en la Argentina.
En noviembre de 2020 quince países de Asia y Oceanía firmaron un acuerdo para formar la mayor asociación comercial del mundo. China fue su promotor y comenzó a negociarse en 2012. “La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, en sus siglas en inglés), excluye a Estados Unidos, pero abarcará a 2.100 millones de consumidores y el 30% del PIB mundial. China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda suscribieron el pacto junto con los diez países miembros de la Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, integrada por Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya, Laos y Brunei)” (El País, 15/11/2020).
La transformación de China en una potencia capitalista imperialista tiene sus limitaciones y contradicciones. Su fundamental “talón de Aquiles” es que se basa en la superexplotación de cientos de millones de trabajadoras, trabajadores y sectores populares del campo y la ciudad. Régimen de vida impuesto por la feroz dictadura del PCCH. Por eso, sobre China y sus perspectivas no está dicha la última palabra. Si se produjera un estallido social, una “primavera china” o una nueva revolución con un rol protagónico de la clase obrera china, nuevamente la realidad del país más poblado del planeta podría sufrir cambios cualitativos políticos, económicos y sociales. Como lo señaló Nahuel Moreno en 1967 en su trabajo sobre la revolución china y su perspectiva, en China era y es necesario derrotar a la dirección contrarrevolucionaria del Partido Comunista de China y construir un partido marxista revolucionario. La publicación de este libro es un nuevo incentivo para apoyar las luchas obreras y populares del pueblo chino para terminar con su dictadura capitalista y hacia una nueva China socialista con democracia para las y los trabajadores y los sectores populares.