Por Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI
En las últimas semanas se agudizó este conflicto con la visita a Taiwán de Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes (Diputados) de los Estados Unidos, así como por las posteriores maniobras militares chinas como “represalia” a dicha visita.
Aunque este conflicto tiene su origen histórico hace más de 70 años, se agudizó en el marco de la creciente crisis económica, política y desorden mundial capitalista. Estados Unidos, aunque sigue siendo la principal potencia imperialista mundial, ya no puede imponer su orden hegemónico en muchas regiones del mundo. Rusia, un imperialismo menor, se atreve a invadir a Ucrania, pese a la oposición de Estados Unidos. China, como segunda potencia capitalista-imperialista mundial, viene declarando en los últimos tiempos que quiere reincorporar a Taiwán al que considera parte del territorio chino.
El avance de la crisis económica capitalista mundial es el marco para no descartar que los roces interimperialistas abran paso a un nuevo choque armado o una guerra en el Asia que traería más desastres humanitarios y sociales para las y los trabajadores y sectores explotados de China, Taiwán y del mundo.
¿Cómo surge Taiwán?
Desde la década del treinta China fue ocupada en sus zonas económicamente más importantes por el imperialismo japonés. La ocupación japonesa tuvo una gran resistencia popular durante 8 años, con 14 millones de muertos de China. Finalmente en septiembre de 1945, en el marco de la segunda guerra mundial, Japón es derrotado y tuvo que retirarse de China.
La retirada de Japón de China llevó al país a una nueva guerra civil entre el partido burgués Kuomintang, dirigido por el dictador Chiang Kai Shek, quien pretendía retomar el gobierno del país, luego de haber estado en el poder desde 1928. Su objetivo era aplastar a la guerrilla popular- campesina que había enfrentado a los japoneses, dirigida por Mao Tse Tung y el Partido Comunista Chino (PCCH), la cual ocupaba las tierras de los terratenientes explotadores de los campesinos, en una gigantesca revolución agraria. Esta guerra civil culminó en 1949 con el triunfo de la revolución China, tomando el poder el Partido Comunista Chino. Chiang Kai Shek escapó con gran parte de la burguesía y terratenientes chinos a la isla de Taiwán, que en ese momento era parte del territorio de China, contando con el apoyo económico y militar del imperialismo yanqui. Desde allí Chiang Kai Shek proclamó la “República China” como un bastión anticomunista y pronorteamericano. Desde entonces el gobierno de Taiwán fue protegido por Estados Unidos, el cual hasta 1972 lo consideró el gobierno “legítimo” de toda China.
Los acuerdos de Mao y Nixon
En 1972 el presidente yanqui Richard Nixon, asesorado por Henry Kissinger, cambia radicalmente la política yanqui, viaja a China y pacta con Mao. Uno de los puntos del acuerdo fue reconocer al gobierno de Mao y el Partido Comunista, y que había “una sola China”. Producto de ese acuerdo, que en realidad ya se había concretado un año antes, se le otorga a la República Popular China un puesto entre los 5 miembros con poder de veto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidad (los otros eran la URSS, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia). Antes ese asiento de privilegio lo ocupaba la “República de China”, es decir Taiwán.
Se inicia así una nueva etapa en las relaciones EE.UU.-China que se profundizará en 1979, ya fallecido Mao, con los acuerdos con Deng Xiaoping, que iniciaría el proceso de semicolonización del país, acordando la entrada de las multinacionales en China, proceso que culmina con la restauración capitalista en 1992.
Este pacto con el imperialismo yanky llevaría a que los Estados Unidos, hasta el día de hoy, solo reconociera como legítimo gobierno de toda China al régimen del PCCh, el cual proclamó en ese entonces el lema “un país, dos sistemas”. Se pactaba también con el imperialismo mundial la entrega de Hong Kong (1997), que era colonia inglesa, y de Macao (2001), excolonia portuguesa. Dejando abierta una futura integración de Taiwán a la China continental, cuestión que quedó pendiente sin ningún acuerdo concreto.
En la actualidad solo 16 países reconocen diplomáticamente a Taiwán. Salvo el Vaticano (el único de Europa) son países de poco peso económico y político. Del continente americano (Paraguay, Honduras, Belice, Guatemala, Haití, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas); uno del africano (Suazilandia); y algunos de Oceanía como Tuvalu, Palaos, Nauru, Kiribati, Islas Salomón e Islas Marshall.
Taiwán uno de los “Tigres asiáticos”
Taiwán es una isla de 36.197 km2, con un poco más de 23 millones de habitantes. Es uno de los llamados “tigres asiáticos”, uno de los polos del desarrollo capitalista asiático reciente. Taiwán, junto con Corea del Sur, Singapur y Hong Kong, esta última hoy una Región Administrativa Especial de China, crecieron industrialmente desde los años 60-70, con la reorientación de la inversión de las multinacionales en la búsqueda de mayores cuotas de ganancias, en base a la superexplotación de la mano de obra barata que ofrecían estas semicolonias asiáticas. Comenzó así una producción de la industria manufacturera para la exportación hacia el mercado mundial.
Luego a ese proceso se sumaría la China capitalista. El país se abre desde entonces a la inversión imperialista yanqui, europea y japonesa. Hoy hay 70.000 empresas imperialistas que fabrican de todo con mano de obra barata y sin derechos sindicales de los chinos, bajo la dictadura del Partido Comunista.
Paralelamente Taiwán se fue transformando en el mayor exportador mundial de semiconductores o microchips, y el tercero en circuitos integrados. Con una alta concentración económica, ya que fabrica los productos electrónicos más sofisticados.
Su producto interno per cápita es de 28.400 dólares, similar al de Corea del Sur (el triple de Argentina y 4 veces el de Brasil). Este desarrollo está basado, como en todo el capitalismo asiático, en inversión extranjera, una alta explotación laboral, con mano de obra calificada y relativamente barata en relación a Europa y Estados Unidos. Un país con bajo consumo interno y cuya economía está dedicada fundamentalmente a la exportación de los productos electrónicos.
El principal país de intercambio comercial de Taiwán es China, a la cual van un tercio de sus exportaciones totales. ¡En el 2021 exportó a China 188.000 millones de dólares! China y Taiwán tienen un tratado de libre comercio desde el 2010. Se estima que empresas de Taiwán tienen inversiones por 150.000 millones de dólares sólo en la República Popular China y también inversiones importantes en otros países asiáticos como Vietnam, Indonesia, Birmania, Tailandia, India, donde tienen mano de obra mucho más barata que en Taiwán.
Esta expansión es encabezada por la empresa TSMC, que produce el 84% de los chips avanzados del mundo y es considerada la vigésima segunda empresa más valiosa del mundo por la revista Fortune (Datos Clarín, Argentina, 4/8/2022).
Los peligros de la carrera armamentista entre China-Estados Unidos y Taiwán
¿Por qué se reactiva ahora el conflicto? Muchos comentaristas burgueses se preguntan ¿Por qué hizo el viaje Nancy Pelosi a Taiwán, cuestionado duramente por el gobierno de China, en medio de la invasión a Ucrania, incluso, el propio alto mando militar norteamericano lo desaconsejaba? Como señalamos, el marco es la agudización de la crisis económica capitalista mundial, incentivada con la invasión de Rusia y Putin a Ucrania.
Todo indica que ni el imperialismo norteamericano ni el chino quieren verse involucrados en una guerra. Los principales oponentes son las multinacionales y la gran burguesía china, taiwanesa y norteamericana. Dada la interrelación que tienen en sus inversiones y cuotas de explotación y ganancias tanto en China como en Taiwán.
El régimen dictatorial chino es consciente de que una guerra en el estrecho de Taiwán podría tener consecuencias muy graves sobre su propia economía, siendo uno de los países más integrados al mercado mundial, gran exportador e importador.
En Taiwán hay divisiones en la misma burguesía taiwanesa. Insólitamente el viejo Koumintang (KMT), hoy en la oposición al gobierno liberal burgués, lleva años con una política de conciliación con el régimen del PCCh. Al punto que en medio de la actual crisis, un representante del KMT viajaba a China para reunirse con empresarios.
El presidente Lee Teng-hui, conocido como el «padre de la democracia» en Taiwán, lideró los cambios constitucionales que llevaron a la apertura política democrática-burguesa y que desembocaron en la elección del primer presidente no ligado al KMT, Chen Shui-bian, en el año 2000.Desde entonces los gobiernos liberales amenazan con declarar la independencia. Cosa que formalmente nunca la burguesía taiwanesa ha hecho.
Los elementos de cierto descontrol en la situación regional tienen que ver con la crisis económica y política que sufren tanto el gobierno de Biden como el régimen chino.
La economía china ya no crece a dos dígitos, retrocede la inversión extranjera, crecen las protestas de los ahorristas por bancos que no les devuelven sus ahorros, y la caída del consumo mundial la va afectar.
La dictadura del Partido Comunista chino (PCCH) viene levantando el objetivo de recuperar Taiwán como agitación interna “popular nacionalista”, frente a la crisis latente económica y social y como arma de chantaje para negociaciones con Estados Unidos. Xi Jinping busca consolidarse en el poder del PCCh, cuando está próxima la reunión del XX Congreso que tendría que resolver que Xi Jinping tenga un tercer mandato.
Por otro lado, la ida de Nancy Pelosi a Taiwán solo se puede explicar por las dificultades internas que está teniendo el gobierno demócrata de Biden. Desgastado por la inflación, la solución de los problemas sociales, la inmigración y los gastos por la guerra de Ucrania. Cuando están próximas las elecciones legislativas de noviembre que pueden debilitar al gobierno si tiene un retroceso electoral a manos de los republicanos. Eso ha llevado a que Biden quiera mostrarse como un “duro” ante China y en “defensa de Taiwán” ante la base electoral conservadora y reaccionaria de una parte importante del electorado popular norteamericano.
Tanto Biden como Xi Jinping juegan con fuego como expresión de la crisis global del sistema capitalista-imperialista. Lo que deriva en un peligroso aumento de los roces interimperialistas y de la carrera armamentística y lleva al peligro de una posibilidad de guerra regional que repudiamos.
Taiwán: un país capitalista artificial sostenido por el imperialismo yanqui
Taiwán está sostenido por el imperialismo norteamericano desde su artificial creación a manos del genocida Chaing Kai Shek en 1949. Desde entonces tienen estrechas relaciones políticas, militares y económicas, sosteniéndolo como un bastión contrarrevolucionario en Asia.
Por eso Taiwán es un país capitalista artificial, que siempre ha sido una semicolonia yanky con fuertes elementos de enclave político y militar.
Pese al pacto de los imperialismos yanqui, japonés y europeo con China y la dictadura del PCCh, Estados Unidos no dejó de proteger a Taiwán, pero en una posición subordinada a los acuerdos con China. Por eso Taiwán también es hoy un socio comercial e inversor en China.
Taiwán debería ser parte de la nación China. Desde 1972 hasta el mismo Estados Unidos y la ONU formalmente lo reconocen. Por eso está tan aislada Taiwán que solo 16 países menores la reconocen.
Como socialistas revolucionarios reconocemos ese derecho y está pendiente esa tarea nacional no resuelta. Pero lo que no aceptamos es que eso se resuelva bajo la política de la dictadura capitalista de China y menos con una invasión o una guerra regional.
También repudiamos la histórica presencia de los Estados Unidos y su política en Taiwán y en toda el Asia, donde tiene 200 bases militares instaladas luego de la segunda Guerra Mundial. Solo en Japón tiene 112 bases, 83 en Corea del Sur y 5 en Filipinas. El portaviones norteamericano Ronald Regan, por ejemplo, está instalado en forma permanente en una base japonesa y es el apoyo de todos los movimientos de vigilancia en el Pacifico y los mares de Asia.
Estamos por la inmediata retirada yanqui de todas sus tropas y bases militares en Taiwán y Asia, ya que no es para defender a los pueblos sino a sus intereses empresariales e imperialistas y para actuar como el gendarme policial de la región y del mundo.
Al mismo tiempo repudiamos a la dictadura imperialista china que superexplota al pueblo trabajador chino, y es resistida, por ejemplo, por el pueblo de Hong Kong (ex colonia británica que hoy es parte de China). China años atrás ejecutó agresiones militares fronterizas contra Vietnam, y oprime a los pueblos de Sing Kiang y Tibet como colonias internas. El imperialismo chino también era uno de los apoyos principales para el corrupto régimen de Sri Lanka contra el que se rebeló su pueblo.
Por eso estamos contra cualquier ataque militar a Taiwán que sería solo en defensa de los negocios de la burguesía imperialista china. Así también repudiamos la presencia militar y política imperialista en Taiwán y en Asia, lo cual contribuye a incentivar una intervención militar del imperialismo yanqui.
Una verdadera reunificación de los pueblos de China y Taiwán, que sirva a las necesidades de las y los trabajadores y sectores populares, vendrá de un cambio socialista, en primer lugar en China y también en Taiwán. Por eso desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) apoyamos las luchas obreras, populares y campesinas en la perspectiva de terminar con la dictadura capitalista de China para lograr un gobierno de la clase trabajadora, los campesinos y los sectores explotados que termine con la explotación capitalista y retome la construcción de un verdadero socialismo con democracia para el pueblo trabajador. De la misma manera apoyamos las luchas obreras y populares en Taiwán en la perspectiva de lograr un gobierno obrero y popular.
12 de agosto de 2022