Por Miguel Ángel Hernández, dirigente del PSL de Venezuela y de la UIT-CI
Un nuevo giro electoral a la izquierda se viene produciendo en varios países de América Latina. Se trata de un voto masivo a sectores de izquierda reformista. Dirigentes y partidos de la llamada centroizquierda triunfan en Chile (Gabriel Boric), Perú (Pedro Castillo), Colombia (Gustavo Petro) y en Honduras con Xiomara Castro. Previamente en el 2020, en Bolivia el MAS de Evo Morales volvió al gobierno a través de Luis Arce. Y es muy probable que en las elecciones de octubre en Brasil gane Lula.
Este giro electoral expresa de forma distorsionada el ascenso en las luchas y el fracaso de los gobiernos liberales y de derecha, y de sus planes de ajuste, como es el caso de Piñera, Iván Duque o Bolsonaro. En Chile desde el gobierno de Salvador Allende (1970-73) no había un gobierno de centroizquierda. En Colombia es la primera vez en la historia.
Lo significativo es que los trabajadores y pueblos de América Latina, ante el deterioro de su nivel de vida y el rechazo a los políticos patronales tradicionales buscan una alternativa hacia la izquierda, aunque aún se trate de variantes reformistas.
El triunfo en Chile de Gabriel Boric, en la segunda vuelta electoral de diciembre del pasado año, refleja la gran rebelión de octubre del 2019. La reciente victoria de Gustavo Petro es consecuencia directa de la rebelión popular de abril del pasado año en Colombia. Mientras que el triunfo de Xiomara Castro en Honduras, esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya, también es expresión de las protestas que se produjeron en agosto del año pasado en ese país, contra la corrupción en el manejo de los recursos para enfrentar la pandemia del Covid19. En el caso de Perú, donde también el triunfo de Pedro Castillo (2021) fue precedido de una rebelión popular en donde se puso en el tapete la consigna “que se vayan todos”, y que tuvo como colofón la caída del gobierno de Vizcarra.
Sin duda este nuevo giro a la izquierda en todos estos procesos electorales, trae a la memoria la primera oleada de gobiernos de centroizquierda en América Latina, que se produjo a comienzos del actual milenio, planteando comparaciones.
Aquellos gobiernos tenían un gran peso político en el seno de las masas. Chávez se había convertido en una referencia política regional, además estrechamente ligado a Cuba y a Fidel Castro. Lula y el PT, ganando las elecciones por primera vez, y en su mejor momento; con la aureola que rodeaba a Evo Morales como primer presidente indígena en Bolivia; Néstor Kirchner en Argentina, donde se realizó el encuentro de Mar del Plata contra el ALCA; Correa en Ecuador; el Frente Amplio con José Mujica en Uruguay. Si comparamos a Chávez, el primer Lula o Evo Morales con Pedro Castillo, Gustavo Petro o Boric en Chile, la diferencia es abismal.
Los gobiernos del doble discurso ya fracasaron.
Pero todos ellos fracasaron y entraron en crisis. Perdieron respaldo obrero y popular. Fueron gobiernos de conciliación de clases que terminaron pactando con las transnacionales y aplicando ajustes contra sus pueblos. Unos de los grandes fracasos fue el chavismo, que derivó en el régimen autoritario y hambreador de Nicolás Maduro. El otro fracaso fue el de los gobiernos de Lula-Dilma en Brasil, que llevó a que millones de trabajadores equivocadamente votaran por Bolsonaro.
Los nuevos gobiernos de centroizquierda serán más débiles que los anteriores en la medida que hoy, más de 20 años después de aquellos gobiernos, la crisis del capitalismo imperialismo global es mucho más profunda, agravada por las consecuencias de la pandemia y por el impacto de la invasión rusa a Ucrania en la economía mundial. Son gobiernos que ascienden al poder en medio de un entorno de crisis políticas y rebeliones en muchos otros países, ejemplo de ello, Sri Lanka, Panamá, Argentina, Irán, huelgas en Inglaterra y caída del gobierno de Boris Johnson. Es decir, que el margen de maniobra, para otorgar alguna reforma o concesión a los pueblos es mucho más restringido.
En la primera etapa de todos estos nuevos gobiernos de centroizquierda, habrá grandes expectativas del movimiento de masas que votó por ellos, marcadas por el anhelo de cambio en su nivel de vida, luego de años de ajustes. Pero estos deseos de cambio pueden entrar rápidamente en crisis en la medida que los gobiernos no darán respuesta a las necesidades de los pueblos. En un primer momento pueden ser vistos como “sus gobiernos”, pero esta luna de miel puede terminar más rápido de lo esperado, dada la grave situación social y económica que atraviesan los pueblos latinoamericanos, y la profundidad de la crisis del capitalismo mundial, que llevará a todos estos gobiernos de centroizquierda a aplicar nuevos ajustes contra los pueblos.
Sin cambios de fondo.
Ya esto se puede ver en el caso de Pedro Castillo en Perú y Boric en Chile. En el primer caso se continúa aplicando el ajuste capitalista con un presupuesto para el año 2022 que perpetúa el desfinanciamiento de la salud y la educación con el objetivo de pagar la deuda externa. En el caso de Boric ninguna medida toca, ni siquiera roza los intereses de los grandes grupos económicos, mientras que se mantiene la represión a los mapuches. Por su parte Petro ya anunció en su primera alocución como presidente electo de Colombia que: “nosotros vamos a desarrollar el capitalismo”. Ratificando que protegerá la propiedad privada de los medios de producción. Es decir que mantendrá la economía en manos de los terratenientes, de los grandes grupos capitalistas y financieros, de las grandes transnacionales, reproduciendo la explotación en Colombia, uno de los países más desiguales del continente.
En el caso de un eventual triunfo de Lula en Brasil, en las elecciones de octubre de este año, reflejaría, sin duda, el desgaste del gobierno de derecha de Bolsonaro, pero se trataría del histórico reformismo del PT pero ahora más corrido a la derecha, aliado con Geraldo Alckim, un político de la burguesía tradicional brasileña, que ha estado ligado al expresidente Fernando Henrique Cardoso.
Entendemos las expectativas de las y los trabajadores, mujeres, jóvenes y pueblos de todos estos países, pero debemos ser muy claros al respecto. Todos son gobiernos de conciliación con la burguesía, el imperialismo y los patronos. Gobiernos capitalistas de doble discurso que mientras utilizan frases de “izquierda” o supuestamente “progresistas”, pactan con los empresarios y el imperialismo, y aplican ajustes para hacerle pagar la crisis a los trabajadores y el pueblo.
Por eso decimos que no se puede esperar que esos gobiernos resuelvan las necesidades de los pueblos explotados. Hay que seguir movilizándose. Mantener vivo el espíritu de las rebeliones de Perú, Chile o Colombia. En el caso de Brasil, donde eventualmente gane Lula en octubre de este año, prepararse para la movilización y la lucha por todos los reclamos pendientes. No albergamos ninguna expectativa en estos gobiernos reformistas y de conciliación de clases, que en el marco de la crisis del capitalismo seguirán ajustando a los pueblos. Hay que seguir movilizándose por los reclamos que inspiraron todas esas rebeliones en los últimos años. Y luchando por la independencia política de clase, construyendo partidos socialistas revolucionarios.
Nota extraída de la revista Correspondencia Internacional N°50