Por Gorkem Duru, dirigente nacional de IDP sección turca de la UIT-CI
El 16 de septiembre murió Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años, luego de ser torturada por la llamada “policía de la Moral” iraní. Había sido acusada de “usar mal el velo”. Este crimen desencadenó un levantamiento revolucionario de las mujeres y de masas que ha puesto al régimen dictatorial contra las cuerdas. Al momento de escribir este artículo, las movilizaciones en el país ya habían entrado en su segundo mes.
Después de la muerte de Amini, las mujeres tomaron las calles en muchas ciudades del país, se quitaron los velos y allanaron el camino para extender la movilización hacia la clase trabajadora y otros sectores populares. Comenzando así una rebelión contra la opresión de la sharía1, la violencia patriarcal y la explotación capitalista que sufren bajo el régimen dictatorial de 43 años. Con las consignas de “¡Mujer, vida, libertad!”, “¡Abolir la policía de la moral, cerrar el Ministerio de Irshad (Moral)!”, “¡Besic (milicias represivas), fuera!” y en torno a sus demandas, mujeres, jóvenes, trabajadoras y trabajadores participaron en protestas en casi todas las ciudades del país, como ciudades kurdas, árabes, baluchis y azeríes, y contra las instituciones del régimen.
El régimen de los mulás (sacerdotes islámicos versados en el Corán). el ejército, la Guardia Revolucionaria, Besic y las fuerzas paramilitares civiles que intentaban reprimir a las masas a través de la violencia, llevaron rápidamente el levantamiento popular a un carácter que apuntaba directamente contra el propio régimen. En dos meses, el régimen asesinó a casi 500 personas y arrestó a más de 15.000 personas. Sin embargo, el fuego encendido por el asesinato de Amini permitió a los pueblos iraníes superar el muro del miedo creado por 43 años de opresión y violencia, y unir la ira de las mujeres y del pueblo trabajador contra el régimen mulás y la dictadura teocrática.
Los antecedentes del actual proceso revolucionario
De hecho, los pueblos de Irán tienen una experiencia significativa de lucha contra el régimen de los mulás, el orden de explotación capitalista, la violencia patriarcal y la pobreza. En 2009, la supresión del “Movimiento Verde”, liderado por el ala reformista representada por el expresidente Khatami, por el ala conservadora en la República Islámica trajo consigo un proceso de represión en el país.
Desde entonces comenzó un período de estancamiento en la lucha contra el régimen, ya que muchos activistas perdieron la vida y muchos más fueron arrestados o exiliados. Sin embargo, el fracaso del “proceso reformista” también ayudó a que comenzara a desaparecer la creencia de que través de reformas se podía derrotar al régimen opresivo y dictatorial de la República Islámica.
El resultado natural de esto es que en todos los procesos de movilizaciones que se han desarrollado desde 2009, se han vuelto relativamente independientes de las alas reformistas o conservadoras del régimen, lo que les ha permitido desarrollar sus propias luchas.
Las luchas de las mujeres iraníes contra la ley del velo obligatorio, como sus “Miércoles Blancos”, las oleadas de huelgas de la clase trabajadora que marcaron los años 2018-2020, y la revuelta de la pobreza que se desarrolló contra las subidas del precio de la gasolina en 2019, encajan exactamente en este plano. Aunque ninguna de estas olas de protesta se convirtió en una movilización directamente contra el régimen de los mulás, trajeron importantes rupturas en la conciencia del pueblo iraní.
Contra el régimen, que no toleraba ninguna organización por motivos legales, las mujeres desarrollaron sus propios métodos de lucha. Con la ola de privatizaciones de la década de 2000, que trajo más trabajo precario, flexible y temporal, la clase obrera iraní comenzó a construir sus propios medios de lucha. Al hacerlo, se unieron en torno a las formaciones sindicales independientes retomando las experiencias de los “shoras” o comités obreros del pasado y de la revolución de 1979. Más importante aún, la clase obrera iraní ha tomado la delantera en una parte significativa de los procesos de lucha que se han desarrollado desde 2009. Y fue precisamente este proceso el que hizo posible que surgiera una ira, coraje y acumulación anti régimen entre la población menor de 30 años, que hoy constituye el 60 por ciento de la sociedad iraní.
El descontento con el orden actual, que se ha masificado, también se manifestó en 2019. El levantamiento, que se inició en una parte significativa del país tras el alza de los precios de la gasolina, fue aplastado por el régimen dictatorial con intensa violencia. Según datos de Amnistía Internacional, 1.015 personas murieron y, según fuentes iraníes, casi 4.000 personas perdieron la vida y alrededor de 10.000 personas fueron detenidas. El régimen contrarrevolucionario de los mulás aplastó al pueblo trabajador mediante la opresión, pero no pudo borrar la movilización de 2019 de la memoria de las masas.
Tanto es así que, al momento de escribir este artículo, el pueblo trabajador de Irán, que se está movilizando contra el régimen dictatorial, ha hecho un llamado a la movilización general de tres días en memoria de quienes fueron masacrados en el levantamiento de 2019. En muchas ciudades de Irán, desde Kurdistán hasta Baluchistán, las masas están en las calles, los estudiantes universitarios están boicoteando, las persianas de los comerciantes están cerradas y la clase obrera está en huelga en fábricas de sectores diferentes. Porque el levantamiento de hoy tiene una dimensión diferente a los ejemplos pasados.
“Abajo la dictadura”, “Muerte al opresor”
Los pueblos trabajadores de Irán han superado y desarrollado sus pasadas experiencias de lucha, que han acumulado en su memoria. Las mujeres, los jóvenes, la clase obrera y las naciones oprimidas convirtieron sus demandas democráticas, económicas y sociales en un levantamiento popular revolucionario contra el régimen de los mulás y los ayatollahh.
Por eso la movilización que empezó por la consigna “¡Mujeres, vida, libertad!”, paso rápidamente a combinarse con el grito de masas de ¡Abajo la Dictadura!. Que se expresa en las consignas radicales de “No queremos una República Islámica”, “¡Muerte al dictador, muerte a Jamenei!”, “¡Muerte al opresor!”. Esta movilización espontánea del pueblo trabajador de Irán, que se manifiesta en sus consignas, se prolonga desde hace dos meses sin parar. Las masacres del régimen y el terror en las detenciones reforzaron su lucha, en lugar de hacer retroceder a las masas.
Los mulás y el ayatollah Jamenei saben que han perdido su legitimidad ante los ojos de las masas y que su régimen no sobrevivirá si dan marcha atrás en sus políticas de opresión y violencia. Por eso están tratando de aumentar la dosis de represión para intimidar a las mujeres y a las y los trabajadores. 227 de los 290 diputados del parlamento iraní llamaron al poder judicial a condenar a 14.800 personas detenidas durante las movilizaciones por los cargos de “reunión contra la seguridad nacional”, “conflicto con la República Islámica” y “corrupción en la tierra”. Y hasta empezaron las condenas a muerte de manifestantes. Sin embargo, este llamado de los representantes del régimen no asustó a las masas, quienes eran conscientes de que el régimen las atacaría con mayor violencia si retrocedían y caían en una “posición de defensa”.
El régimen de la República Islámica, que encabeza el ayatollahh Jamenei, que históricamente ha sido capaz de evitar la unificación de la ira dirigida contra sí mismo al dividir a la sociedad iraní en minorías nacionales y religiosas, también ha recurrido otra vez a esta arma. Durante el actual levantamiento se llevó a cabo una violencia y una masacre mucho más intensas contra los sectores más oprimidos de la población iraní, especialmente los kurdos y los baluchis. Se llevaron a cabo atentados con bombas en las oficinas de los partidos políticos y en algunas ciudades de Kurdistán.
En Baluchistán, llevó a cabo masacres contra la población civil. De esta manera, al tratar de empujar a las organizaciones en Kurdistán y Baluchistán (la región más oprimida económica, democrática y socialmente de Irán, donde vive predominantemente la población sunita, donde se aplica el 60 por ciento de las sentencias de muerte anuales en el país) a más posiciones radicales (por ejemplo, al provocar a la organización islamista radical Jaish al-Adl en Baluchistán) trató de debilitar y dividir la lucha del pueblo trabajador iraní.
Los mulás que intentaron esta política, que su hermano dictador Bashar Assad (Siria) implementó “con éxito” con su propia ayuda, fracasaron en estas maniobras hasta ahora.
El levantamiento revolucionario no permitió que se dividiera la ira y la lucha unida contra el régimen.
Hoy, en muchas ciudades de Irán, durante la movilización, los kurdos envían mensajes de solidaridad a los beluchies, los beluchies a los azeríes, los azeríes a los árabes y los árabes a los persas.
Otro punto importante de la actual movilización revolucionaria es que las masas ya no tienen confianza en la oposición oficial, cuyo interés radica en la continuación del orden de explotación capitalista, haciendo propaganda para aprovechar el levantamiento que sacudió al régimen de los mulás. La cabeza de esta oposición es el ala sahista, pro monárquica, cuya voz es muy débil al inicio de las protestas en el país y con peso en el exterior. Intentan levantar como alternativa, con apoyo yanqui, la vuelta de la monarquía con Reza Palevi, hijo del difunto sah de Irán. Sin embargo, las mujeres y el pueblo trabajador movilizado ha saltado a una ruptura de hecho con el régimen dictatorial y el sistema capitalista de explotación. Y esta ruptura yace en la consigna “¡Muerte al opresor, ya sea un ayatollahh o un rey!”.
Las movilizaciones se desarrollaron en más de 138 ciudades y pueblos durante dos meses, los boicots organizados en más de 137 universidades y muchos colegios y escuelas secundarias. Se profundiza con huelgas organizadas en muchos sectores como los choferes de transporte público, en los trabajadores de petróleo, gas natural, hierro y acero, metal, caña de azúcar, vidrio o la educación.
Y a medida que se profundizan las movilizaciones, aumenta la crisis dentro del régimen. Uno de los dos temas importantes que han salido a la luz en este sentido, hasta ahora, ha sido el reflejo de la presencia de elementos dentro de los organismos encargados de hacer cumplir la ley que se niegan a utilizar la violencia contra las masas. Otro tema crítico fue la participación del Bazar (los comerciantes) en las movilizaciones en algunas regiones, cerrando sus locales en solidaridad. Los comerciantes y sectores de la llamada burguesía del Bazar, ocupan un lugar importante en la sociedad iraní y han sido uno de los pilares ideológicos en la construcción del régimen de la República Islámica.
El futuro del proceso revolucionario
El factor más importante detrás del hecho de que el levantamiento de masas en el país se prolongue durante tanto tiempo y profundice la crisis política del régimen es que las y los trabajadores movilizados han comenzado a crear su propia autoorganización. La lucha de clases iraní, que tuvo la experiencia de las shoras durante el período de 1979, construyó también importantes organizaciones de consejos obreros en la ola de huelgas obreras que se desarrolló entre 2018-2020. En el proceso de hoy se intenta desarrollar las iniciativas anteriores de tipo consejos en los sectores de clase en huelga, por un lado, y por otro lado, se intenta en esa dirección en los sectores donde aún no se lo ha construido. Además de estas organizaciones de clase, los trabajadores crean sus propios órganos de movilización mediante la creación de comités locales/regionales. La difusión de los comités locales y consejos obreros, que son los embriones de un doble poder, es decisiva en la evolución del panorama actual, dominado por un estancamiento entre el régimen y las masas. La difusión de estos órganos y su traslado a un punto de coordinación nacional garantizaría la continuidad de la lucha de las mujeres, la juventud, la clase obrera y los pueblos oprimidos en la perspectiva abierta de que el régimen pueda caer. El régimen de la República Islámica de Irán es una de las fuerzas contrarrevolucionarias más importantes de la región, con el apoyo que brinda a regímenes opresivos en países como Siria, Líbano e Irak. Ha colaborado en suprimir las revueltas en el proceso revolucionario del Norte de África y Oriente Medio iniciado en 2010, o interviniendo de acuerdo con sus propios intereses regionales. Ahora el mismo está pasando por un proceso similar. Sería ingenuo no pensar que su debilitamiento y peligro de caída empujará a los gobiernos explotadores de la región, a las potencias expansionistas y al imperialismo, cuyos intereses dependen del derrocamiento o supervivencia del régimen, a intentar diversas maniobras. En este punto, la declaración de los trabajadores de la caña de azúcar de Haft Tappeh cita el mejor ejemplo de la actitud que se debe tomar en beneficio del pueblo trabajador de Irán: “Nuestro conflicto es con todo el sistema de explotación, opresión, crimen, discriminación y pobreza… Estamos en conflicto con todo este sistema de clases. No solo en Irán, sino también en Israel, Palestina, Afganistán, Irak, Turquía, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, China… No necesitamos el apoyo de los regímenes de estos países. Somos la clase obrera. ¡Los sacaremos de raíz uniéndonos con nuestros hermanos de clase a nivel nacional e internacional!” Tal línea revolucionaria puede ganar en la lucha de clases iraní.
Los comités locales y los consejos de trabajadores pueden coordinarse a escala nacional, llevar las luchas a la organización de huelga general nacional y dotar a esta coordinación de un programa de acción destinado a que las masas terminen con la dictadura y el orden de explotación capitalista. Y en ese camino luchar por construir una dirección socialista revolucionaria para lograr una salida obrera y popular a la situación. Uno de los pilares de la lucha revolucionaria actual debe ser, al enviar al régimen de los mulás, de los ayatollahh y su constitución opresora al basurero de la historia y lograr la convocatoria de una Asamblea Constituyente Libre y Soberana con el fin de levantar una nueva constitución, que garantice los derechos democráticos, sociales y económicos de las mujeres, los jóvenes venes y la clase trabajadora, incluido el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas. Pero más importante, llevar la lucha a la construcción de un gobierno obrero-popular que lleve a la ruptura definitiva con el régimen, el sistema capitalista de explotación y el imperialismo, y que garantice las conquistas de la clase obrera y todos los oprimidos. Desde la UIT-CI llamamos a todas las organizaciones que se reclaman democráticas, de izquierda, a los sindicatos, organizaciones de mujeres y LGBTI+ del mundo a solidarizarse realizando acciones unitarias en apoyo a la movilización de las mujeres, la clase trabajadora y los pueblos de Irán.
1.La ley de la Sharia son normas que rigen el código de conducta y la moral de las personas, que establece qué cosas están permitidas o no, desde el punto de vista de la moral religiosa