Por Eugenio Gemmo, dirigente del Partido Comunista de los Trabajadores de Italia (PCL). www.pclavoratori.it
El próximo 19 de noviembre, el pueblo argentino elegirá la dirección política del país. Hay dos candidatos en la boleta y ambos son representantes del capital financiero, pero con una declinación política diferente, marcadamente diferente. Por un lado, tenemos a un representante del falso progresismo que podríamos llamar de centroizquierda, apoyado por la burocracia sindical, Sergio Massa, y por el otro al representante de la ultraderecha, Milei, que ya ha declarado desmantelar los pocos derechos laborales, reivindicando además el genocidio de la dictadura militar con el objetivo de liberar a los militares juzgados por las graves violaciones a los derechos humanos.
Este individuo no debe llegar al poder.
Las organizaciones del FIT-U – el frente revolucionario de las fuerzas trotskistas – expresaron opiniones divergentes sobre esta votación. El PTS no negó, sin perder tiempo, su carácter sectario y oportunista al redactar un comunicado incomprensible para la mayoría, en el que en esencia no había ningún llamamiento a frenar a la derecha reaccionaria, como hizo el MST de forma similar, mientras que el PO adoptó, yo diría que como es su práctica, una posición totalmente «desequilibrada» al llamar al electorado a la abstención activa. La única organización que mostró comprensión por el método marxista revolucionario fue Izquierda Socialista, que explicó bien, en un comunicado propio, por qué conviene votar críticamente a Massa contra la ultraderecha reaccionaria.
Esta situación, un poco como el centralismo democrático, revela la verdadera naturaleza de las organizaciones marxistas revolucionarias. Algunos pueden argumentar que se trata simplemente de un aspecto táctico, se nos dice que «no podemos hacer una losa de las organizaciones basándonos en su relación con las elecciones». En realidad, este aspecto táctico encierra un método político, y es sobre el método que a menudo surgen las diferencias entre los movimientos trotskistas.
Históricamente, las organizaciones marxistas revolucionarias, salvo en raros contextos sociales, han utilizado las elecciones burguesas como una especie de megáfono para sus ideas. En 1919, en una Carta a los trabajadores de Europa y América, Lenin escribió: «El parlamento burgués, aunque sea la república más democrática en la que se conservan la propiedad y el poder de los capitalistas, es una máquina que sirve a un puñado de explotadores para aplastar a millones de trabajadores. Los socialistas, que luchamos por liberar a los trabajadores de la explotación, tuvimos que utilizar los parlamentos burgueses como foro, como una de las bases para la propaganda, para la agitación, para la organización, mientras nuestra lucha se encerrara dentro de los límites del régimen burgués.»
Sigue Lenin:
«los comunistas, […] denuncian y revelan a los obreros y a las masas trabajadoras la pura y simple verdad: de hecho, la república democrática, la Asamblea Constituyente, el sufragio universal, etc., son la dictadura de la burguesía, y para emancipar al trabajo de la opresión del capital no hay otro camino que la sustitución de esta dictadura por la dictadura del proletariado. Sólo la dictadura del proletariado puede emancipar a la humanidad de la opresión del capital, de la mentira, de la falsedad, de la hipocresía de la democracia burguesa, que es la democracia para los ricos, e instaurar la democracia para los pobres, es decir, hacer accesibles a los obreros y campesinos pobres los beneficios de la democracia, que siguen siendo hoy (incluso en la república más democrática -burguesa-) efectivamente inaccesibles a la inmensa mayoría de los trabajadores» (1).
Lenin y los bolcheviques nunca vieron la contienda electoral como una herramienta útil para cambiar las relaciones de poder y de clase, sino siempre como algo necesario para popularizar las posiciones de los marxistas revolucionarios. Por encima de todo, Lenin también especificó la forma en que debían participar los marxistas electorales:
«los socialistas deben actuar independientemente en la lucha electoral. En las elecciones de primer grado, los acuerdos sólo son admisibles como excepción, y además con aquellos partidos que se fijen como consigna del momento la constitución popular, la confiscación de toda la tierra, la jornada laboral de ocho horas, etc.» (2).
Lenin, por tanto, esboza bien cuáles son las bases de los posibles acuerdos y diferencia, como es lógico, la «primera vuelta» de la «segunda». Los bolcheviques y trotskistas a partir de entonces siempre han tenido una visión global de la cuestión, es decir, en la gran mayoría de los casos la opción abstencionista es una opción poco dialéctica y útil para la clase obrera, en cambio la del apoyo crítico (por supuesto si se desarrolla activamente, como explica Trotsky en En defensa del marxismo, a propósito de las elecciones en EEUU) puede ser una especie de puente hacia la clase obrera. Trotsky:
«Hay una campaña presidencial. Si eres un partido independiente, debes tener una política, una línea en esta campaña. He intentado combinar las dos cosas en un periodo que no es decisivo, pero sí importante. Se trata de responder a los sentimientos honestos de los militantes de base estalinistas y llegar a las masas en época de elecciones. Si tuvierais un candidato independiente estaría a favor, pero ¿dónde está? Así que o te abstienes completamente de la campaña por razones técnicas o tienes que elegir entre Browder y Norman Thomas. Podemos aceptar la abstención. El estado burgués nos quita la posibilidad de presentar nuestros propios candidatos. Podemos proclamar que todos son un fraude. Eso es una cosa, pero otra cosa es que los hechos apoyen nuestra tesis. ¿Debemos adoptar una política negativa o una política dinámica? Debo decir que durante la conversación me convencí aún más de que debemos adoptar una política dinámica.»
La Cuarta Internacional a principios de la posguerra siguió la misma táctica, invitando a la gente a votar por el PCI explicando activamente las responsabilidades de la burocracia estalinista, pero al mismo tiempo sabiendo que un partido obrero daría a las organizaciones marxistas revolucionarias la oportunidad de hablar a las bases de las organizaciones obreras, como hizo en el referéndum en Chile contra Pinochet en 1988: nada de confiar en las instituciones burguesas, sino contra la dictadura reaccionaria que seguiría destruyendo a la clase obrera. Habría muchos ejemplos, pero no se trata simplemente de un conjunto de citas. Nosotros, como marxistas revolucionarios, vivimos las elecciones como mera propaganda para difundir el programa revolucionario, una especie de imán para acercar a la clase obrera a las reivindicaciones marxistas revolucionarias. Los trotskistas debemos tener un enfoque dialéctico de las elecciones, rechazando las distorsiones bordigistas (3) y neobordigistas (anarquistas, reformistas y bordigistas, como las de Lucha Comunista) que se sueldan al abstencionismo estratégico.
(1) Lenin, Democracia y dictadura (1918)
(2) Lenin, La lucha electoral en Petersburgo y los mencheviques
(3) Bordiguismo es una corriente marxista inspirada por el italiano Amadeo Bordiga, fundador del Partido Comunista Italiano. Hoy integran en Italia la organización Lucha Comunista. Se caracteriza, entre otras cuestiones, por su oposición a participar las elecciones burguesas.