Por Humberto Balderrama (dirigente del Partido de los Trabajadores de Bolivia y militante de la UIT-CI)30/
30/09/2024. El mes de septiembre aparecieron en todo el mundo titulares sorpresivos sobre Bolivia, respecto al enfrentamiento total entre Evo Morales y el actual presidente Arce que no solo es de su mismo partido, sino que además fue nombrado como candidato presidencial por el mismo Evo, incluso por encima de las decisiones de un Congreso del MAS, y quien, además, fue uno de los “super” ministros, en la cartera de Economía, en los gobiernos de Evo.
La división en el partido de gobierno en Bolivia, viene ya desde años anteriores, pero el enfrentamiento llegó ahora a tal punto que Arce llegó a acusar a Evo de estar gestando un “golpe de Estado”.
Para entender esta situación repasaremos los antecedentes y la situación actual de Bolivia.
Un proceso revolucionario.
A partir del año 2000, Bolivia pasó a vivir una etapa revolucionaria, parecida al estallido social en Chile del 2019. La máxima expresión de ese proceso fue Octubre del 2003, donde, al grito de “nacionalización sin indemnización” (de los hidrocarburos), se echó abajo al gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada. Fue un proceso agudo al que le antecedieron, grandes movilizaciones como la “Guerra del Agua” contra la privatización de este esencial derecho, el bloqueo de caminos en el Altiplano por parte del movimiento campesino y la lucha que derrotó un impuestazo donde se evidenció la gran descomposición del estado al darse enfrentamientos armados entre policías y militares.
A Sánchez de Lozada le siguió el gobierno de Mesa, que terminó renunciando el 2005 ante un nuevo estallido social. Y luego de la corta presidencia interina de Rodríguez Veltzé, finalmente se adelantaron las elecciones que le dieron un contundente triunfo a Evo Morales.
Los gobiernos de Evo, de las reformas al pacto con la oligarquía.
Antes de asumir el gobierno, Evo viajó para conversar directamente a las metrópolis de las transnacionales de hidrocarburos del país, llegando a compromisos por los cuales su gobierno nunca nacionalizó verdaderamente los hidrocarburos, limitándose a comprarles a las transnacionales una mayor participación estatal en el negocio, y subir los impuestos a esta explotación.
Así, Evo asumió el gobierno con el beneplácito del imperialismo y sus transnacionales, planteándose una política de reformas sociales sin tocar el núcleo capitalista del país. Pero, incluso estas reformas fueron vistas con temor por parte de la oligarquía terrateniente del país que se lanzó a una abierta guerra contra el gobierno. Luego de intensos conflictos, finalmente, la oligarquía fue derrotada políticamente tras varios procesos electorales (referéndums, revocatorios, constituyente, etc.) e, incluso físicamente, cuando los trabajadores derrotaron en las calles a los grupos de choque de la oligarquía, incluso en su región bastión, Santa Cruz. Pese a esto, Evo pactó con la oligarquía en el proceso constituyente, garantizando que la nueva constitución solo tendría efecto en el futuro, así que, incluso cuando la constitución prohibiría el latifundio, eso no afectaría a los latifundios establecidos previamente. Luego, con gran campaña del MAS, se aprobó en referéndum la nueva carta magna, constitucionalizando el pacto del MAS con la oligarquía.
Este pacto marcó un cambio general en la política del gobierno del MAS, pues prácticamente desaparecieron los conflictos con la oligarquía y la derecha, siendo los nuevos conflictos entre el gobierno y el pueblo trabajador. Así hubo un intento de gasolinazo derrotado el 2010, la lucha de los pueblos originarios del TIPNIS para que no pase una carretera por medio de la reserva el 2011, una huelga general en contra de una nueva ley de pensiones que mantenía el contenido neoliberal del aporte individual, entre muchos otros.
La caída de Evo y el gobierno de facto de Añez.
El descontento popular se fue generalizando. El 2016, el gobierno convocó a un referéndum para habilitar una nueva postulación de Evo, luego de 3 gestiones de gobierno (2 con la nueva constitución), en el cual perdió, imponiéndose el No. Pese a esto Evo, avalado por la OEA y con actos de apoyo de la misma oligarquía, fue a la reelección el 2019. Salió primero en la elección, pero no con una votación suficiente para ganar en primera vuelta, y ante la elevada posibilidad de perder en la segunda vuelta, recurrió al fraude para imponerse. Esto sumado al descontento acumulado (los incendios forestales también fueron motivo de gran malestar) generó una oleada de movilizaciones populares sobre la cual, no sin dificultades, se fue montando la derecha. Estas manifestaciones arrinconaron al gobierno del MAS, y llevaron a que la oligarquía le quite su respaldo y luego la misma OEA. Hubo un motín policial, la oficialista dirigencia de la COB (la central sindical) le sugirió renunciar, y luego el comandante militar hizo lo mismo. Evo tuvo que renunciar y salir del país.
La derecha, envalentonada, realizó actos racistas que desataron una movilización popular en su contra. Luego de 2 días de vacío de poder, la derechista Añez se autoproclama presidenta, formando un gobierno de coalición amplia entre todas las agrupaciones derechistas, que comienza con una brutal represión y dos masacres. Ya estable en el poder, comete escandalosos hechos de corrupción, los cuales fueron aún más deplorados por la población al darse en el marco de la pandemia. El descontento no se hizo esperar, y una serie de movilizaciones obligan a fijar la convocatoria a elecciones.
El regreso del MAS.
Con acuerdos previos auspiciados por la OEA y la misma ONU, se garantiza la participación del MAS en las elecciones. Un Congreso del MAS resuelve candidatos, que luego son modificados por Evo y sus asesores, que imponen a Arce como candidato presidencial. Con el rápido y profundo desgaste de la derecha el resultado fue una contundente victoria de Arce en primera vuelta con mayoría absoluta (55%).
Así regresa el MAS al poder, pero en el marco de dificultades económicas que se arrastraban desde Evo y que se fueron agravando con Añez y el tiempo. Así llegamos a la actual situación.
Los cielos negros que cubren el país y buena parte de la región expresan de la forma más cruda la crisis ambiental que atraviesa Bolivia, pero además se expresa como una buena metáfora de la crisis económica y política, y todas están estrechamente relacionadas. El gobierno de Evo aprobó una serie leyes que facilitan y promueven el incendio de bosques, esto como parte de los incentivos y beneficios que entrega el Estado a la oligarquía terrateniente, que luego ocupa esas tierras para expandir sus agronegocios. Estas se mantuvieron hasta Arce y son la causa principal de que año tras año, Bolivia sufra terribles incendios, que este año son espantosos y afectaron a la región.
Crisis Económica.
La persistencia de las transnacionales en el país que implicó la falsa la “nacionalización”, llevó a que se acabe el gas del país, habiéndose llevado éstas, la mayor parte de las riquezas obtenidas por esta explotación. Sumado a otros aspectos, el resultado es la actual crisis económica que tiene su mayor expresión en la escasez de gasolina y diésel, por un lado, y, por el otro lado, la escasez de dólares, que en el mercado negro se viene cotizando en Bs. 11 cuando el cambio oficial sigue congelado en Bs. 6.96, lo que implica una devaluación de hecho. El pueblo trabajador siente día a día esta crisis con el aumento general de precios, en particular los importados. El malestar popular es generalizado. Y esto, mientras el gobierno garantiza a los grandes empresarios y en particular a la oligarquía terrateniente hidrocarburos y dólares para sus negocios.
Crisis Política.
Si bien, en el marco de la crisis económica, el pueblo trabajador no presta mucha atención a las pugnas de la politiquería estatal, estás expresan un elevado grado de descomposición con episodios increíbles como la asonada militar del general Zúñiga. El epicentro de esta crisis es la pugna interna del MAS entre evistas y arcistas, cuyas diferencias radican en quién será el candidato presidencial del 2025. Está diferencia que podría parecer menor y que podría tener canales democráticos para su solución, en los hechos es una pugna por el control del partido y todo espacio de poder, por lo cual extiende sus tentáculos a todos los espacios del Estado y también a las organizaciones sociales, imponiendo su agenda hasta a la oposición derechista, que perdió toda posibilidad de iniciativa y protagonismo. Los plazos cada vez más cortos ante la cercanía de las elecciones del 2025, radicalizan las posiciones.
Como parte de la pelea interna del MAS, saltaron acusaciones de todo tipo, pero la pelea fundamental es por quien se queda con la sigla del MAS y si a Evo le permiten ser candidato, con una ley electoral antidemocrática que impide legalizar nuevos partidos.
Más allá de culparse mutuamente de la crisis económica y cosas similares, ni el gobierno de Arce ni Evo tienen propuestas para solucionar la grave crisis económica popular.
Evo se moviliza para imponerse.
Aprovechando un momento en que se suman las protestas contra el gobierno, por la crisis económica y el desastre ambiental, Evo y sus seguidores convocaron a una marcha hacia la sede de gobierno con el rótulo de “salvar Bolivia”. El gobierno de Arce movilizó a sus seguidores para defenderse frente a esto que calificó de un intento de “golpe de estado” de Evo. La pugna y la pulseta de fuerzas se trasladó a las calles. Hubo enfrentamientos y heridos. También hubo algunos detenidos. El resultado de esta batalla fue un revés de Evo, pero tampoco significó ningún fortalecimiento del gobierno.
Luego de un acto a la llegada a la sede de gobierno, Evo dio un plazo de 24 horas para que Arce cambie ministros (algo que lógicamente no aceptó el gobierno) y amenazó con realizar un bloqueo de caminos indefinido desde el 30 de septiembre, para luego posponer esta medida, pues se evidenció que no tiene el apoyo suficiente. Por su parte los seguidores del gobierno se movilizaron respaldándolo y rechazando las amenazas de Evo, pero en poca cantidad y sin gran contundencia.
En ese marco, la oposición derechista desliza por sus medios de comunicación ideas de devaluación y gasolinazos, que lógicamente no tienen ninguna aceptación popular. También intento continuar politizando el censo realizado este año en el país, pero este deseo fue totalmente eclipsado por el conflicto entre Evo Y Arce.
En medio de esto, siguen las protestas populares por los problemas económicos y ambientales, independientes de esta pugna. Por ejemplo: los Ponchos Rojos (federación sindical campesina del Departamento de La Paz) que fueron acusados por el gobierno de estar con Evo, aspecto que rechazaron en numerosas ocasiones y de forma contundente, realizaron movilizaciones y un bloqueo de caminos exigiendo la renuncia del presidente por incapaz, al tiempo de plantear una serie de reivindicaciones como la nacionalización de empresas estratégicas. De igual forma la Central Obrera Departamental (COD) de Chuquisaca realizó movilizaciones en defensa de la economía popular y la COD de Cochabamba aprobó un documento político que plantea la constitución de Instrumento Político propio de los trabajadores, para mencionar algunas entre muchas otras acciones de protesta actuales.
El Partido de los Trabajadores (PT) de Bolivia propone la articulación de todas las luchas en defensa de la economía popular, los derechos democráticos y el medio ambiente, para derrotar la política del gobierno (política en la que coinciden tanto evistas como la oposición derechista) de beneficiar a las transnacionales y la oligarquía, mientras descarga la crisis en el pueblo trabajador. El PT también plantea la unidad de todos los sectores independientes, tanto del ala arcista como del ala evista del MAS, así como de la oposición derechista, que se reclaman del pueblo trabajador, así como la unidad de activistas y luchadores, para levantar una alternativa política del pueblo trabajador para dar respuesta a la crisis generalizada que vive el país, con los siguientes puntos básicos de acuerdo: la expulsión de las transnacionales y una revolución agraria que expropie a la oligarquía terrateniente, en la perspectiva de establecer un gobierno de los trabajadores.