Por Prensa UIT-CI
19/03/2025. Compartimos con nuestros lectores la carta que Mahmoud Khalil dictó por vía telefónica desde el centro de detención de migrantes de ICE en Luisiana y fue traducida del inglés original por las y los compañeros Movimiento Socialista de Trabajadoras y Trabajadores de Republica Dominicana (MST-RD.org). Desde la UIT-CI llamamos a luchar por su inmediata liberación.
Mahmoud Khalil
Me llamo Mahmoud Khalil y soy un preso político. Les escribo desde un centro de detención de Luisiana (EEUU) donde me despierto en mañanas frías y paso largos días siendo testigo de las silenciosas injusticias que se cometen contra un gran número de personas excluidas de la protección de la ley.
¿Quiénes tienen derecho a tener derechos? Los seres humanos que se hacinan aquí en las celdas, claramente no. Como el senegalés que conocí, privado de libertad desde hace un año, con su situación legal en el limbo y su familia a un océano de distancia. O el detenido de 21 años que conocí, que pisó este país a los nueve años, sólo para ser deportado sin siquiera una audiencia.
La justicia elude a los contornos de las instalaciones de inmigración de esta nación.
El 8 de marzo, fui detenido por agentes del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que se negaron a presentar una orden judicial y nos abordaron a mi esposa y a mí cuando volvíamos de cenar. Las imágenes de aquella noche ya se han hecho públicas. Antes de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, los agentes me esposaron y me obligaron a entrar en un vehículo sin matrícula. En ese momento, mi única preocupación era la seguridad de Noor. No tenía ni idea de si se la llevarían también a ella, ya que los agentes habían amenazado con detenerla por no apartarse de mí. El DHS no me dijo nada durante horas: no sabía la causa de mi detención ni si me enfrentaba a una deportación inmediata. Dormí en el frío piso del Edificio de Oficinas Federales en 26 Federal Plaza. De madrugada, los agentes me trasladaron a otro centro en Elizabeth, Nueva Jersey. Allí, dormí en el suelo y me negaron una manta, pese a mi solicitud.
Mi detención fue una consecuencia directa de haber ejercido mi derecho a la libertad de expresión mientras abogaba por una Palestina libre y por el fin del genocidio en Gaza, el cual se reanudó con toda su fuerza el lunes por la noche. Con el alto el fuego de enero ya roto, los padres de Gaza vuelven a acunar a sus hijos demasiado pequeños, y las familias se ven obligadas a sopesar el hambre y el desplazamiento frente a las bombas. Es nuestro imperativo moral persistir en la lucha por su completa libertad.
Nací en un campo de refugiados palestinos en Siria, en el seno de una familia desplazada de su tierra desde la Nakba de 1948. Pasé mi juventud alejado, pese a la proximidad, de mi tierra natal. Pero ser palestino es una experiencia que trasciende las fronteras. Veo en mi situación similitudes con el uso que hace Israel de la detención administrativa -encarcelamiento sin juicio ni acusación formal- para despojar a los palestinos de sus derechos. Pienso en nuestro amigo Omar Khatib, que fue encarcelado sin ser acusado ni enjuiciado por Israel cuando regresaba a casa de un viaje. Pienso en el director del hospital y pediatra de Gaza, el Dr. Hussam Abu Safiya, capturado por el ejército israelí el 27 de diciembre y quien aún hoy permanece en un campo de tortura israelí. Para los palestinos, el encarcelamiento sin las debidas garantías procesales es algo habitual.
Siempre he creído que mi deber no es sólo liberarme del opresor, sino también liberar a mis opresores de su odio y su miedo. Mi injusta detención es indicativa del racismo antipalestino que tanto el gobierno de Biden como el de Trump han desplegado en los últimos 16 meses, mientras EEUU ha seguido suministrando armas a Israel para matar palestinos y ha impedido la intervención internacional. Durante décadas, el racismo antipalestino ha dado impulso a los esfuerzos para ampliar las leyes y prácticas estadounidenses que se utilizan para reprimir violentamente a los palestinos, los estadounidenses árabes y otras comunidades. Precisamente por eso estoy en el punto de mira.
Mientras espero decisiones judiciales que ponen en entredicho el futuro de mi esposa y mi hijo, quienes facilitaron que se me persiguiera siguen cómodamente en la Universidad de Columbia. Los presidentes Shafik y Armstrong, así como el decano Yarhi-Milo, sentaron las bases para que el gobierno estadounidense me persiguiera, al sancionar arbitrariamente a estudiantes propalestinos y permitir que el doxeo viral -basado en el racismo y la desinformación- se realizara impunemente.
Columbia me atacó por mi activismo, creando una nueva oficina disciplinaria autoritaria para eludir el debido proceso y silenciar a los estudiantes que critican a Israel. Columbia se rindió a la presión federal entregando los registros de los estudiantes al Congreso y cediendo a las últimas amenazas del gobierno de Trump. Mi detención, la expulsión o suspensión de al menos 22 estudiantes de Columbia -algunos despojados de sus títulos de licenciatura a pocas semanas de su graduación- y la expulsión del presidente del Sindicato de estudiantes trabajadores de Columbia (SWC), Grant Miner, en vísperas de las negociaciones contractuales, son claros ejemplos.
En todo caso, mi detención evidencia la fuerza del movimiento estudiantil para cambiar la opinión pública y atraerla a la liberación palestina. Los estudiantes han estado durante mucho tiempo en la vanguardia del cambio: liderando la arremetida contra la guerra de Vietnam, estando en primera línea del Movimiento por los Derechos Civiles e impulsando la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. También hoy, aunque la opinión pública aún no lo haya entendido del todo, son los estudiantes quienes nos conducen hacia la verdad y la justicia.
El gobierno de Trump me tiene en la mira como parte de una estrategia más amplia para reprimir la disidencia. Los titulares de visas, los portadores de tarjetas de residencia y los ciudadanos, por igual serán objeto de persecución por sus convicciones políticas. En las próximas semanas, estudiantes, defensores y funcionarios electos deben unirse para defender el derecho a protestar por Palestina. No sólo están en juego nuestras voces, sino las libertades civiles básicas de todos.
Sabiendo plenamente que este momento trasciende mis circunstancias individuales, espero no obstante ser libre para presenciar el nacimiento de mi primogénito.
Carta dictada por vía telefónica desde el centro de detención de migrantes de ICE en Luisiana, traducida del inglés original por MST-RD.org