Por Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional
El segundo mandato del ultraderechista Donald Trump como presidente de los EE.UU. produce, con su acercamiento a Putin y la nueva “guerra arancelaria”, el inicio de un cambio mundial que rompe los acuerdos inter imperialistas de posguerra. Para su estudio y análisis, reproducimos partes fundamentales de la elaboración sobre el tema, de la reunión del Comité Ejecutivo Internacional (CEI) de la UIT-CI del 10 de marzo de 2025.
Desde que Trump asumió en su cargo e hizo sus primeros anuncios, crece en el mundo la utilización de las palabras caos o caótico. La palabra caos, para identificar las erráticas políticas de Trump, la usa desde un CEO de la Ford hasta decenas de analistas y periodistas del mundo.
Sobre este tema del caos y la ultraderecha existe un interesante libro, del italiano Giuliano da Empoli, Los ingenieros del caos (Oberón 2019). Giuliano da Empoli muestra, en su investigación, la trastienda del surgimiento de los líderes de la nueva ultraderecha mundial. Ubica a esos “ingenieros” que saben cómo capitalizar a su favor la ira o la bronca de los pueblos con sus gobiernos y políticos patronales tradicionales, por el crecimiento de la crisis económica y social, manipulándolas con las más modernas tecnologías.
En el caso de Trump el caos o lo caótico, tiene una doble faz: sus “ingenieros” supieron capitalizar la ira del pueblo norteamericano y, a su vez, el magnate Trump va a agrandar el caos del capitalismo en su actual decadencia.
El nuevo realineamiento mundial que está produciendo Trump
Donald Trump, a raíz de la guerra en Ucrania, está poniendo en evidencia, con su política de pacto con Putin, que está rompiendo los acuerdos inter imperialistas pos Segunda Guerra Mundial, tendiendo a desconocer los acuerdos estratégicos que se adoptaron desde 1945, fundamentalmente con el imperialismo europeo, incluido el acuerdo político militar de la OTAN, fundada en 1949.
Lo dicen ellos mismos: “El orden mundial de posguerra no solo está obsoleto… Es ahora un arma que se usa contra nosotros”, declaraba en enero el secretario de Estado, Marco Rubio, en su audiencia de confirmación en el Senado (Macarena Vidal Liy, El País, 9/3/2025)
El contexto más de fondo lo dan los cambios mundiales de 1989 en adelante. En particular dos de ellos: la desaparición de los estados obreros burocráticos y que todos los países del mundo son capitalistas, por un lado. Y por el otro, la crisis más grave de su historia que viene transitando en forma creciente el capitalismo.
La política de Trump de terminar la guerra concediéndole al jefe del imperialismo ruso sus conquistas territoriales fruto de sus agresiones a Ucrania, ha roto todos los acuerdos que se venían haciendo en concreto contra la invasión de Putin en febrero de 2022. Mantenidos por Biden en coordinación con la Unión Europea (UE) y basado en los acuerdos de cerca de 80 años con el imperialismo europeo y la OTAN.
Este es un realineamiento de los Estados Unidos (EE.UU.) en relación a los demás países imperialistas, en este caso con el nuevo imperialismo ruso, que tiende a un cambio fundamental en los acuerdos internacionales.
En concreto, Trump está pateando el tablero político que parecía inamovible hace unos meses, antes de su asunción. Esto ha llevado a situaciones inéditas, como por ejemplo que, a tres años de la invasión rusa, en la ONU, Estados Unidos (EE.UU. )haya votado en contra de un repudio a la misma junto con Rusia y países como Corea del Norte, Nicaragua, Bielorrusia y acompañados en una abstención por China, Cuba, Brasil o la Argentina del facho de Milei.
Trump ha empezado una negociación directa con Putin, desconociendo a Zelenski, acusándolo de dictador y responsable de la guerra, que van contra los hechos que se produjeron el 24 de febrero de 2022 y presionando concretamente para repartirse Ucrania entre Rusia y EE.UU., dejando de lado a la Unión Europea. Rusia se quedaría con el 20% del territorio que ya ha tomado, más Crimea, que tomó en el 2014.
Estados Unidos transformaría a Ucrania en una semicolonia propia, planteando un contrato para quedarse con los minerales de las tierras raras, cobrándose así la limitada ayuda militar que dio estos tres años, y desconociendo totalmente a la UE. Provocando un dilema para el imperialismo europeo entre aceptar o ir a un choque o ruptura política con EE.UU.
Esto es un cambio general, que muestra también la crisis del imperialismo global. Al volver al poder en este segundo mandato, Trump busca hacer un nuevo reordenamiento internacional, para fortalecerse en su papel de gendarme mundial, que viene deteriorándose desde hace muchos años. Centralmente, pactar con el imperialismo ruso, que es una potencia menor. Busca acordar con Rusia, dejándole su “esfera de influencia”, perjudicando así al imperialismo europeo y a Japón, que están en crisis, y trata de que EE.UU. retome la iniciativa. Quedaría abierto como será la relación con China en un futuro reordenamiento internacional mientras sigue la “guerra comercial”.
El objetivo de Trump sería intentar superar, lo que en la UIT-CI definimos desde hace años, como la crisis de dominación de los EE.UU. y el “desorden mundial”. Aunque sigue siendo el imperialismo hegemónico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, está muy debilitado. Esto es producto de la combinación de distintos factores, el fin del “boom económico” en 1968 y el inicio de la crisis crónica de la economía mundial capitalista, con los retrocesos militares, desde la histórica derrota en Vietnam en 1975 y los reiterados fracasos posteriores. La desastrosa retirada de Afganistán después de 20 años de ocupación sin ningún resultado favorable. El propio Trump dijo al asumir “hoy terminó el declive de los EE.UU.”, reconociendo la crisis que vienen sufriendo.
Esta crisis se viene dando en tres niveles: económico, político y militar. En el marco de una decadencia y crisis global de la economía y del sistema capitalista imperialista mundial.
Los acuerdos de pos Segunda Guerra Mundial fueron devorados por la crisis global del sistema capitalista-imperialista
Los alineamientos inter imperialistas y los acuerdos de posguerra se basaban en la existencia de los estados obreros burocráticos: la URSS y su esfera de influencia en toda Europa del Este, y luego su expansión a China, Cuba y otros países menores. En los noventa hubo un cambio radical, con la restauración del capitalismo en aquel tercio del planeta donde se había expropiado a la burguesía, incluyendo la disolución de la ex URSS desde 1991.
En 1945, EE.UU. ante la crisis de los viejos imperialismos europeos, quedó como el imperialismo dominante a los que los demás debieron subordinarse como socios menores. En el marco del dominio mundial del capitalismo imperialista quedaron dos bloques. En uno de esos bloques estaba un tercio de la humanidad donde existían las llamadas economías de transición de los estados obreros burocratizados o deformados, en donde se había expropiado a la burguesía. Ese nuevo orden internacional se concretó en la ONU y el mecanismo del Consejo de Seguridad y los vetos de las “grandes potencias”. Aunque fuese un frente único contrarrevolucionario entre el imperialismo y la burocracia de la ex URSS y el PC chino, para impedir nuevas revoluciones socialistas, siempre hubo roces y choques parciales. La fundación de la OTAN, en 1949, fue parte de un acuerdo militar “en defensa de occidente”.
Esos acuerdos originaron el plan de reconstrucción capitalista en Europa y Japón, sostenido por los EE.UU. con el Plan Marshall de inversiones masivas. Y por el rol traidor de las direcciones reformistas estalinistas y socialdemócratas, centralmente por los PCs de Francia e Italia, junto a la no superación de la crisis de dirección revolucionaria. Se produjo así el llamado “boom europeo” que tuvo su final en 1968, Mayo Francés mediante, abriendo la crisis crónica de la economía capitalista que perdura hasta nuestros días.
Con la caída del Muro de Berlín en 1989, y la disolución de la URSS en 1991, ese “mapa” de posguerra, cambia con la restauración del capitalismo. El capitalismo ratifica su hegemonía mundial. Pero con la restauración capitalista, si bien fue una contrarrevolución social, no pudieron revertir la crisis y decadencia del capitalismo. No pudieron superar la crisis crónica de su economía. Por el contrario, en 2007-2008 se abrió una nueva crisis aguda, con epicentro en los EE.UU. pero que rápidamente se expande a Europa y al resto del mundo.
En la agudización de la crisis capitalista, el ultraderechista de Trump deja de lado las viejas alianzas
Este segundo mandato de Trump está dando lugar a un cambio profundo en la coyuntura mundial, que está comenzando y en curso. El proceso aún está abierto y sin definirse. Es probable que empiece con un pacto de reparto de Ucrania y de nuevas zonas de influencia, en el cual la UE jugaría otra vez de furgón de cola de los Estados Unidos. Quizás con una fuerza multinacional en Ucrania, con la caída de Zelenski por su fracaso y un nuevo gobierno pro yanqui en Ucrania. Está en discusión el destino de la OTAN, ya que Trump ha dicho reiteradas veces que quien se tiene que hacer cargo de los gastos es Europa y no EE.UU. Parte de este cambio se reflejó en el inédito y escandaloso debate público entre Trump y Zelenski en el Salón Oval, transmitido en directo por televisión. Puede haber repercusiones en el funcionamiento de las Naciones Unidas. Trump sacó a EE.UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ha planteado el regreso de Rusia al G-7, del cual fue excluida por la anexión de Crimea en 2014. Es un intento de ir a fondo en cambios ante lo que era la tibieza tanto de Biden como de la UE que nunca quisieron la derrota total y aplastante de Putin. Por eso, la primera propuesta de Biden y Macron en febrero de 2022 fue decirle a Zelenski que se exiliara y nunca en los tres años aportaron ayuda militar en los niveles necesarios, favoreciendo así a que hubiera una situación de estancamiento, sin un ganador, siempre buscando una negociación, aunque pretendían que fuera más favorable a Ucrania. Trump agarró el toro por las astas, con una política desembozadamente pro Putin y para obligar a Ucrania a su rendición.
La otra cara de esta orientación es mantener su política imperialista intervencionista de apoyo total y permanente a Israel. Pero con un cambio sustancial: con Trump, por primera vez, los EE.UU. abandonan la política de los “dos estados”. Abandona la retórica de los acuerdos de Oslo de 1993, para apoyar directamente el régimen sionista fascista de Netanyahu y sus ministros más extremos en el plan de una limpieza étnica y del “gran Israel”. Por primera vez, un presidente de los EE.UU. habla desembozadamente de la “limpieza étnica”, diciendo que los palestinos se tienen que ir a otros países. Apoya totalmente el genocidio, que se viene aplicando también en Cisjordania. Es parte de su plan para fortalecerse como gendarme mundial.
Trump encabeza una contraofensiva imperialista contrarrevolucionaria
Esta contraofensiva es global, ya que, por un lado, busca subordinar a los imperialismos menores y a la mayor parte de las semicolonias a su política agresiva, de saqueo y superexplotación de los pueblos del mundo. La “guerra comercial” de los aranceles es parte de esta política. Por otro lado, trata de derrotar las luchas de las masas, y aumentar las cuotas de explotación de la clase trabajadora. Revertir las conquistas de la cuarta ola revolucionaria de las mujeres arrebatando conquistas contra la violencia de género, (decretó que solo hay dos géneros) los derechos de las disidencias sexuales, contra el cupo trans o el derecho al aborto. Unido a una ofensiva racista y anti migratoria en los EE.UU. y el mundo.
Trump combina esta ofensiva de cambio de los alineamientos avalando intervenciones militares para quedarse con territorios, violando las propias leyes internacionales de la burguesía imperialista que formalmente se impusieron después de la Segunda Guerra. Y a su vez lanza una amenaza para tratar de subordinar a los demás países, como el caso de Panamá. Exigiendo que los buques privados y no privados de EE.UU. no paguen arancel al atravesar el canal, y diciendo que no descarta una intervención militar a Panamá. El reclamo de quedarse con Groenlandia, diciendo abiertamente que es para aprovechar sus riquezas mineras, es una ofensiva sobre la UE, ya que es territorio de Dinamarca. Y la bravuconada de decir que sería bueno que Canadá sea un nuevo estado yanqui. Esto, combinado con el nuevo plan de aranceles, busca debilitar a los otros imperialismos, a las otras economías capitalistas como Canadá y México, en este caso con el burdo argumento de impedir el tráfico de drogas y “la entrada del fentanilo”. Utiliza la amenaza del garrote y la zanahoria de la negociación para lograr mejores condiciones de una economía imperialista en crisis.
Lo otro nuevo es que Trump suma al gobierno a multimillonarios como Elon Musk. En este caso con la particularidad que Musk, junto con Jeff Bezos de Amazon, son parte del peligroso proceso de privatización del programa espacial, donde compiten para instalar satélites para internet, además de programar viajes espaciales junto a la NASA.
Indudablemente están por verse los resultados de este plan. Si habrá o no nuevos pactos inter imperialistas. Si va a superar lo que él mismo llamó “el declive” de los Estados Unidos e iniciar una “edad de oro”, o se darán mayores roces y choques inter imperialistas y más leña al fuego a la crisis del capitalismo mundial y a su propia crisis. Todos los analistas y varios CEOs de grandes multinacionales dicen que un aumento de los aranceles de productos industriales y de alimentos que importan los Estados Unidos daría lugar a un aumento de la inflación, de los precios de los productos tanto industriales como alimenticios e influiría en nuevas expresiones de la caída del nivel de vida del pueblo estadounidense. Esa caída, o en otras palabras “el fin del sueño americano”, que lleva años, fue llevando al desgaste y la derrota del Partido Demócrata y en su momento a la no reelección del propio Trump para un segundo mandato.
Los aranceles: las guerras comerciales son más leña al fuego de la crisis económica capitalista mundial y de EE.UU.
Trump lanzó la consigna “Si no quieren aranceles, vengan a producir a los EE.UU.”. Esta consigna tiene poco que ver con la realidad de la crisis capitalista y de cómo funciona el sistema capitalista imperialista decadente.
El mismo imperialismo en su crisis ha colonizado o semi colonizado otros países para que sus multinacionales logren super ganancias con mayores cuotas de explotación. Desde hace 40 años las multinacionales norteamericanas se han trasladado a China, como las multinacionales de Europa y de otros lados. Hay más de 80 mil multinacionales en la China capitalista, bajo una dictadura del PCCh que explotan a sus trabajadores y trabajadoras. Con salarios de 100 o 200 dólares. Cuando los países imperialistas deben pagar salarios de 3 mil o 4 mil dólares a un obrero industrial, más si es especializado.
Elon Musk, por ejemplo, tiene la fábrica más grande de Tesla de autos eléctricos en China. Tesla el año pasado hizo una fiesta en la fábrica de China porque llegaron al auto eléctrico 3 millones. Nike produce sus zapatillas en China, desde 1981. Tiene 195 fábricas. Apple hace el 95% de sus iPhone en China. Parece poco probable que Tim Cook, el CEO de Apple, o Elon Musk vayan a levantar sus fábricas de China para llevarlas a EE.UU.
En México, la gran industria automotriz es el gran exportador de automóviles a los EE.UU. pero los modelos son de empresas norteamericanas Ford, General Motors y la Chrysler.
Las dudas sobre la coherencia capitalista del plan de aranceles planetarios de Trump lo advierten hasta medios burgueses como The New York Times:
“Trump con su estrategia de aranceles para todos, creo, es que no tiene ni idea de lo que está haciendo, ni de cómo funciona la economía mundial, para empezar. Simplemente lo está inventando sobre la marcha, y todos estamos en el viaje con él (…) Con su política, el presidente estadounidense ignora el ecosistema masivo de redes necesarias para llevar adelante la economía del país y del mundo. (…) Es un desastre total. Como señaló valientemente Jim Farley, director ejecutivo de Ford (en comparación con otros directores ejecutivos), “seamos realmente honestos: a largo plazo, un arancel del 25% en las fronteras de México y Canadá crearía un agujero en la industria estadounidense que nunca antes habríamos visto.” (Thomas L. Friedman, de The New York Times, en La Nación de Argentina, 19/2/2025). Y agregó: “Lo único que estamos viendo es mucho caos” (citado por Marcelo Cantelmi, en Clarín, Argentina, 1/3/2025)
Entonces está por verse si va a lograr superar la crisis económica y social que tienen los EE.UU., o si la va a agudizar. Lo que es seguro es que busca que aumenten las ganancias de las multinacionales estadounidenses y los grandes grupos económicos. También tiene la política de bajarles los impuestos y tiene el plan motosierra yanqui, de ajustar el estado echando empleados públicos, recortando todo tipo de asistencia social, además de atacar a la inmigración.
El lugar de China en el nuevo realineamiento que busca Trump
Se discute mucho hasta donde llegará el enfrentamiento de Trump con China en este giro mundial. Desde ya Trump impuso el 145% de aranceles a las importaciones chinas con lo cual seguirá abierta la “guerra comercial”.
Hay quienes dicen que el trasfondo de sus aranceles planetarios buscan evitar que en pocos años, China pase a ser el imperialismo dominante, desplazando a los Estados Unidos. Nosotros dudamos que ese sea el objetivo real de Trump. Porque, por ahora, no existe ninguna condición para que, en los próximos años, China pudiera llegar a ser una potencia superior a los EE.UU. y la dominante del mundo.
Estados Unidos, pese a su crisis, sigue siendo de lejos la primera potencia mundial. Es real que China ha ido progresando en las últimas décadas y está ocupando el segundo lugar, detrás de los EE.UU., en el PBI (Producto Bruto Interno, el total de lo producido en un país) mundial. También es real que China en los últimos años desplazó a Japón y a Alemania del segundo y tercer lugar, respectivamente. Y no se puede descartar que, en las próximas décadas, China pueda llegar a superar a EE.UU. en el PBI. Y esto será un problema para los Estados Unidos. Pero una potencia dominante en el mundo no se mide solo por su PBI.
Por ahora las diferencias entre EE.UU. y China son muy grandes. Se puede verificar en algunos datos. De las 100 empresas más grandes del mundo, por ejemplo, 63 son estadounidenses, 8 chinas, 5 francesas, 4 británicas y 3 suizas. El resto de países tiene 2 o 1 empresa dentro del top 100. El presupuesto militar de Estados Uunidos en 2024 fue de 841.4 mil millones de dólares y el de China fue de 231 mil millones de dólares. El ingreso per cápita de EE.UU. en 2024 se estimó en 86.601 dólares y el de China fue de 13.297 dólares, comparable a Argentina, Brasil o Chile.
Esto no disminuye su crecimiento y poder económico. China es la potencia imperialista que ha batido en 2024 el récord de exportaciones en el mundo. “El superávit comercial de China el año pasado superó con creces el de cualquier otro país del mundo en el último siglo, incluso los de potencias exportadoras como Alemania, Japón o Estados Unidos. Las fábricas chinas están dominando la fabricación mundial a una escala que ningún país había experimentado desde Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial (…) China ha pasado de importar automóviles a convertirse en el mayor exportador de automóviles del mundo, superando a Japón, Corea del Sur, México y Alemania.” (The New York Times, 13/1/2025). Uno de los exportadores es Tesla y sus autos eléctricos.
En realidad, Trump, es consciente de la decadencia global del sistema capitalista-imperialista mundial, incluida la crisis de EE.UU., y busca frenar a China para favorecer a las multinacionales norteamericanas y también para intentar superar la crisis global capitalista. Por eso no solo ataca a China, sino que también lanza una llamativa ofensiva arancelaria contra la UE, las grandes multinacionales del imperialismo europeo, Canadá, México y del resto del planeta.
En el caso peculiar de China, Trump presiona para lograr una mayor apertura de la que ya existe desde hace muchos años en ese país, para los productos norteamericanos. En 2023-2024, por ejemplo, China representó el 54% de las exportaciones de soja de Estados Unidos. Pero, en especial, Trump busca condicionar los reconocidos avances tecnológicos chinos en el rubro de la telefonía móvil, entre otros, y ahora en Inteligencia Artificial (IA) a partir de la sorpresiva aparición, en enero de 2025, de la aplicación china de IA DeepSeek. Esta aplicación causó un descalabro en el supuesto dominio yanqui de la IA. Hizo que, en los primeros días, tambaleara el liderazgo de empresas estadounidenses como Nvidia, cuyas acciones se hundieron más del 12% en la bolsa de Wall Street. DeepSeek impactó por su eficiencia, su escasa inversión y bajo costo para las personas.
Lo seguro es que la nueva “guerra comercial” intensificarán los choques y roces inter imperialistas entre EE.UU. y China, con resultados imprevisibles.
Trump intenta avanzar sobre la propia democracia burguesa estadounidense y del mundo.
En ese sentido, se ha venido cumpliendo nuestro pronóstico (ver www.uit-ci.org. Correspondencia Internacional, edición especial, abril 2024), de la tendencia al aumento del bonapartismo. O sea, al aumento del autoritarismo y la represión por el ascenso de las luchas en el mundo. Trump encabeza el ala fascistizante del imperialismo yanqui y que ha copado el Partido Republicano. Tiene una política de alianza con toda la ultraderecha internacional. En primer lugar dándole todo su aval al sionismo israelí, la limpieza étnica, pero también avalando abiertamente a los neonazis de Alemania. Su nuevo funcionario, el mega millonario Elon Musk intervino directamente en la campaña electoral de las elecciones alemanas del 23F a favor de AFD, el partido neonazi, que alcanzaron el 20% de los votos. Incluso levantando el brazo en el típico saludo hitleriano en el acto de toma de posesión de Trump. También avalan y apoyan al ultraderechista argentino Javier Milei. En ese sentido, el pacto con Putin tiene también un aspecto político e ideológico. Putin encabeza un régimen de ultraderecha y represor. Es un asesino, que reprime en su país y avala a otros parecidos como Lukaschenko en Bielorrusia.
Pese a estos avances fascistizantes de Trump, aún no han triunfado regímenes fascistas o contrarrevolucionarios ni en EE.UU., ni en Argentina, u otros países. El fascismo, es muy distinto a la democracia-burguesa. Un régimen fascista se impone con un aplastamiento físico a la clase trabajadora, con un golpe militar que liquida las libertades políticas, sindicales y de todo tipo, incluso para sectores e instituciones de la burguesía opositora.
Por ahora, tal como lo venimos señalando, el crecimiento de la ultraderecha son fenómenos políticos y electorales que se dan todavía en regímenes de democracias burguesas. Ni Trump, ni Milei, ni Meloni en Italia, han logrado imponer los cambios que serían terminar con las libertades democráticas burguesas. Aunque esto no haya ocurrido, los avances actuales de Trump en la principal potencia imperialista mundial son un peligro muy grande al que debemos prestarle atención. Los Trump, los Elon Musk quisieran lograr esos cambios. Por eso simpatizan con la ultraderecha nazi alemana, simpatizan y pactan con Putin. Este peligro está latente, existe.
Lo que tiene a favor el movimiento de masas, la clase trabajadora y los sectores populares, es que aún no han podido pasar de la retórica, del discurso, a los hechos. Por eso venimos diciendo que hay que derrotarlos con la movilización. Esta contraofensiva imperialista contrarrevolucionaria de rasgos fascistizantes, antiobreros, misóginos, no ha culminado en un triunfo contrarrevolucionario. Y por eso no está descartado que terminen fracasando. Es una lucha en curso y abierta. No hay que olvidar que el primer gobierno de Trump fue derrotado electoralmente en 2021 luego de sufrir una movilización de masas antirracista por el crimen de George Floyd, como también Bolsonaro fue derrotado en Brasil. Ratificamos la consigna de que al fascismo no se lo discute, se lo destruye con la movilización. Y esto es lo que hay que impulsar en EE.UU., en Alemania, en Rusia y todo el mundo. Tenemos ejemplos positivos, como el caso de Corea del Sur. El presidente de ultraderecha elegido electoralmente trató, a fines del 2024, de imponer la ley marcial y fue derrotado por la movilización obrera y popular. Fue destituido y está siendo juzgado. Y otro punto a favor fue la caída del dictador Bashar Al Assad en Siria.
La perspectiva es hacia el crecimiento del desorden mundial, los choques inter burgueses y las luchas obreras y populares
Las causas de este giro tienen que ver con el retroceso y la crisis global del sistema capitalista mundial y en especial de los EE.UU. Parte de ese retroceso como imperialismo gendarme, de esa crisis de dominación tiene que ver con lo que hemos definido como un desorden mundial, con elementos de descontrol. La invasión de Putin a Ucrania lo expresó. Ni el imperialismo yanqui ni el europeo pudieron prever ni parar esa invasión. Hasta Israel reconoce su falla respecto de la acción de la resistencia de Hamas de octubre de 2023, que no lo pudieron prever los servicios de inteligencia de su ejército ni el Mossad. El propio Biden se enteró cuando ocurrió. Fue otro elemento de descontrol, que llevó a Biden a decir esa pintoresca frase “tratemos que no se expanda el caos”.
El otro factor que alimenta el desorden mundial capitalista es que las masas se siguen rebelando frente a los planes de explotación pese a carecer de una dirección socialista revolucionaria. Parte de esa rebelión es la resistencia palestina, la del pueblo ucraniano o las huelgas obreras en Europa, en EE.UU. o Latinoamérica.
Trump quiere, en forma brutal, tratar de superar esta crisis, este desorden o descontrol mundial. No podemos descartar que ocurra lo contrario y que esté tratando de apagar incendios con nafta. Las medidas que ha tomado o anunciado, como el posible pacto de paz con Rusia por Ucrania, el desplazamiento de la UE de esa negociación o la generalización de los aranceles a las importaciones a EE.UU. no han hecho más que aumentar los roces y choques inter burgueses.
Trump parece estar logrando unificar al mundo imperialista, salvo a Putin y Rusia, en su contra. Cuando desde hace años se habla de la “confrontación” con Rusia y China y hasta hay quienes barajaron la hipótesis de una tercera guerra mundial, ahora el gran eje de disputa aparece con la UE y el imperialismo europeo, del cual vienen siendo firmes aliados. Al colmo que tanto Trump como su vicepresidente Vance, calificaron a la UE como “creada para joder a los EE.UU.”. Y de forma inédita, como ya lo dijimos, un funcionario de su gobierno, Elon Musk intervino en la campaña electoral de Alemania llamando a votar por los neonazis. El imperialismo europeo ha quedado desconcertado. Por sus ataques y aranceles anunciados sobre Canadá, Trump logró que creciera una ola de masas anti EE.UU. Creció multitudinariamente la venta de una gorra con el lema “Canadá no se vende”.
Todo indica que crecerá el desorden mundial por dos cuestiones: 1) porque los roces y choques inter burgueses aumentarán, ya que el plan de Trump busca profundizar el retroceso y crisis de los viejos imperialismos europeos y afectar a las multinacionales de China y otros países en beneficio del capitalismo yanqui, y 2) porque los planes de ajuste, recortes sociales y saqueo de los pueblos del mundo incentivarán las luchas obreras y populares contra esos planes. Las masas, con desigualdades, siguen actuando. Desde la UIT-CI convocamos a apoyar todas las luchas para que sean parte de una gran movilización contra Trump y la ultraderecha y en apoyo al pueblo palestino y de todos los pueblos explotados del mundo.