Presentación
En 1979, Nicaragua conmovió al continente latinoamericano. El 19 de julio triunfó una revolución, encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que barrió con la sanguinaria dictadura de la familia Somoza. En la zona norte del país hubo intensos combates. Las ciudades de León y Matagalpa, entre otras, quedaron en manos de los rebeldes antisomocistas semanas antes de la caída de la dictadura. En Managua, Somoza ordenó bombardear las barriadas obreras. Se fue peleando contra la Guardia Nacional calle a calle (como se ve en la película Bajo Fuego) y hubo huelga general los 45 días previos al triunfo. En el Frente Sur la pelea se centró en la toma de la ciudad de Rivas. Se calculan unos 50.000 muertos, en un país de 2.500.000 de habitantes.
En esa lucha, las masas trabajadoras liquidaron el Estado burgués y aniquilaron o desbandaron su ejército, la Guardia Nacional, se armaron parcialmente y comenzaron a ocupar tierras y fábricas, a fundar sindicatos y a ejercer embrionaria y parcialmente un poder político directo. Estaban a las puertas de comenzar a construir el socialismo, con todas las instituciones capitalistas semi o totalmente liquidadas. No había un poder burgués ni imperialista dentro de Nicaragua que impidiera el desarrollo multitudinario de los organismos del poder obrero y campesino o el ejercicio de la democracia obrera ni, menos, que impidiera las expropiaciones y una planificación socialista de la economía.
Toda Centroamérica estaba conmovida por el ascenso revolucionario. La solidaridad popular y del propio gobierno con la lucha antisomocista había transformado a Costa Rica en la retaguardia de apoyo a los sandinistas. Desde Panamá el gobierno de Omar Torrijos envió una brigada encabezada por Hugo Spadafora (quien fuera viceministro de Salud de su gobierno). La simpatía se extendía al resto de América y a Europa. En octubre de ese mismo año cayó también la siniestra dictadura del general Carlos Humberto Romero en El Salvador, pero asumió una junta militar para salvar a las instituciones burguesas, en primer lugar al ejército genocida.
Desde un sector del trotskismo revolucionario, la corriente internacional encabezada por Nahuel Moreno*, el apoyo a la lucha antisomocista se concretó en la formación de una brigada internacional de combatientes: la Simón Bolívar. Siguiendo la tradición de las brigadas internacionales que combatieron en el bando republicano contra el fascismo franquista, desde Bogotá reclutaron centenares de combatientes y muchos de ellos viajaron y pelearon en tierra nicaragüense. Unos se incorporaron a fines de junio a las filas del FSLN en el Frente Sur. Otros tomaron la ciudad de Bluefields, sobre la Costa Atlántica. Muchos fueron heridos. Tres murieron en combate. En las siguientes páginas reseñamos ampliamente, con relatos de sus protagonistas, reproducción de documentos y artículos de los diarios de la época, mapas e ilustraciones, la experiencia de la Brigada Simón Bolívar (BSB), desde la convocatoria, a comienzos de junio de 1979 en Bogotá, hasta su disolución en setiembre del mismo año, también en Bogotá**.
La participación de la Brigada en el proceso revolucionario fue reconocida por el FSLN tanto antes como después del triunfo. Hubo brigadistas combatiendo en Sapoá bajo las órdenes de los comandantes Humberto Ortega y Carlos Núñez, entre otros. Una vez caído el dictador, la Brigada recibió dos amplias casas para funcionar en Managua y la conducción del Frente la mencionó numerosas veces reivindicando su participación en la lucha. De todos modos, el 16 de agosto esa conducción expulsó de Nicaragua a los brigadistas. En apenas un mes se habían puesto de manifiesto las dos políticas totalmente distintas que estaban en juego entre la Simón Bolívar y el FSLN en la nueva etapa de la revolución.
Podemos resumir la política de los brigadistas en dos temas centrales, que están íntimamente vinculados. Por un lado, impulsar la movilización y el poder obrero independiente, a través de la organización de los sindicatos, las milicias y la democracia obrera, con un gobierno sin la burguesía, expropiando y apoyando el proceso revolucionario en El Salvador y el resto de Centroamérica. Por el otro, ayudar a la formación de un partido revolucionario, obrero e internacionalista en Nicaragua, que impulsara a los trabajadores a avanzar consecuentemente en la perspectiva de lograr otra revolución socialista triunfante, como lo había logrado Cuba 20 años antes. Esa era la oportunidad que se abría en Nicaragua, donde la revolución, como hemos señalado al comienzo, había destruido el poder burgués en el país y la relación de fuerzas era totalmente favorable para las masas.
La política de la conducción del FSLN era la opuesta. Los comandantes sandinistas formaron gobierno con la burguesía, el Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN), para mantener la economía capitalista semicolonial (la política de la “economía mixta”, semejante al “socialismo del Siglo XXI” que sostiene ahora el chavismo) y reconstruir el aparato de Estado burgués, fundamentalmente sus fuerzas armadas, que estaban aniquiladas. Su política fue evitar que las masas obreras y campesinas nicaragüenses siguieran avanzando por el camino de la independencia política y de clase, evitar las expropiaciones y eL fortalecimiento de la revolución dentro de sus fronteras, apoyando a la revolución salvadoreña y enfrentando al imperialismo yanqui, que estaba muy golpeado por la derrota de Vietnam cuatro años atrás, en 1975.
Coincidían en este objetivo con Fidel Castro. Una semana después del triunfo contra Somoza, desde la tribuna de un acto en la localidad cubana de Holguín en conmemoración de los 25 años del asalto al Cuartel de Moncada, con la presencia de la conducción sandinista, Castro le decía al pueblo de Cuba, de Nicaragua y toda América Latina que Nicaragua no debía ser otra Cuba. Su influencia fue decisiva en aquellos primeros años de la revolución para evitar que el impetuoso ascenso que vivía América Central avanzara hacia la lucha por el triunfo del socialismo. La burguesía de todo el istmo se lo reconoció numerosas veces. Por ejemplo, el general Torrijos en 1981, en una entrevista poco antes de morir recomendaba a los sandinistas “seguir los consejos de moderación que les daba Fidel Castro” (Revista Lotería, Panamá, noviembre de 1981). El expresidente de Costa Rica, José Figueres, publicó una entrevista que había mantenido en La Habana con Fidel, en la cual éste le decía que estaba “absolutamente convencido de que tanto Nicaragua como El Salvador quieren llegar a un arreglo negociado con los Estados Unidos. Es falso -agregó- que los comunistas de esa zona pretendan construir en este período histórico, el socialismo, mediante la dictadura del proletariado. Lo que buscan es un régimen democrático, sobre la base de una economía mixta y del pluralismo político” (El Tiempo, Bogotá, 28/6/82).
La conciliación con la burguesía, la renuncia a las expropiaciones y la búsqueda de “un arreglo negociado con los Estados Unidos”, como lo proclamaba sin descanso Fidel, no evitó que EE.UU. montara desde territorio hondureño la agresión de los contras para desangrar el proceso revolucionario. El heroísmo del pueblo nica acabó con ellos en 1986, pero el gobierno sandinista en 1988, con el pacto de Sapoá, liberó a los presos contras y a ex guardias somocistas. La conducción del FSLN siguió cediendo y cediendo a la burguesía y el imperialismo. Fue así perdiendo el apoyo de los trabajadores y el pueblo y entregando la independencia política ante el imperialismo, conquistada con las armas en la mano. La burguesía, que en 1979 estaba casi destruida, iba recuperando fuerza. Los trabajadores y los campesinos se debilitaban. La miseria y la falta de perspectivas abrían paso a la desmoralización y facilitaban la recuperación de la burguesía. El resultado fue la derrota de la revolución en Nicaragua y el retroceso en toda Centroamérica. No por aplastamiento ante un enemigo imperialista y burgués más poderoso, sino por la política equivocada de la dirección del movimiento de masas, el sandinismo y su consejero Fidel Castro. En 1990, el jefe del FSLN Daniel Ortega, como candidato a presidente, perdió las elecciones. Violeta Chamorro, apoyada por EE.UU., se transformó en la presidenta de Nicaragua con el voto popular. El capítulo de la Nicaragua Libre que había comenzado once años antes, en 1979, concluía.
En las escasas cuatro semanas en que convivieron en suelo nicaragüense el Gobierno de Reconstrucción Nacional, montado por el FSLN, y el grupo de brigadistas de la Simón Bolívar, todos estos dilemas políticos comenzaron a expresarse. En las propuestas y la acción de la BSB hasta su expulsión, en las distintas políticas que estuvieron planteados antes de la caída, y en los cuatro artículos de Moreno, desde el triunfo en 1979 hasta 1986 que reproducimos, se plasma en forma viva la gran pelea de aquella etapa de la revolución centroamericana. Para facilitar el seguimiento de acontecimientos tan intensos completamos este folleto con una cronología de las principales fechas de la historia nicaragüense.
Tres décadas después del triunfo revolucionario, gracias a la política de no avanzar en la ruptura con la burguesía y el imperialismo, Nicaragua sigue siendo el segundo país más pobre de América Latina, solo superado por Haití. Según estadísticas del Libro Mundial de Datos, hoy el 48% de la población vive en la extrema pobreza con menos de 1 dólar al día, otro 28% vive en pobreza relativa, con menos de 2 dólares al día…
Lo novedoso es que, luego de tres derrotas electorales (1990, 1996 y 2001), otra vez es presidente el sandinista Daniel Ortega. En noviembre de 2006, luego de más de quince años de gobiernos conservadores, el empobrecido pueblo nicaragüense volvió a buscar con su voto a los dirigentes de su triunfo revolucionario de 1979. Pero en todos estos años de prolongado intento de volver al gobierno, el FSLN no hizo otra cosa que seguir derechizando más y más su política. Recordaremos solo algunos ejemplos.
En su campaña de 1996, cuando perdió por segunda vez, ante Arnoldo Aleman, Daniel Ortega llevó como candidato a vice un poderoso terrateniente conservador. Su propuesta de plan económico fue diseñada por un antiguo funcionario del FMI. Desde 1998, la cúpula del FSLN negoció con Aleman, para repartirse cargos en el gobierno. El FSLN pasó a apoyar la política neoliberal de Aleman y se sumó a la desenfrenada corrupción oficial.
En el 2001, en la campaña que dio como resultado su tercera derrota, Daniel Ortega declaraba que había sido un gran error del gobierno sandinista del ́79 la confiscación de tierras a los somocistas (La Nación, Bs. As., 3/11/01). En 2005, cuando el presidente Bolaños firmó el tratado de libre comercio con EE.UU. (el CAFTA) y la privatización del agua, el FSLN lo apoyó. Cuando en su cuarto intento en 2006 Ortega logró la presidencia, sumó menos votos que en las elecciones anteriores y fue aliado con el Partido Liberal Nacionalista, de los ex somocistas. También contó con el apoyo de la jerarquía católica, gracias a su apoyo a la prohibición absoluta del aborto, incluso terapéutico. Su compañero de fórmula fue Jaime Morales Carazo, ex somocista y dirigente político de la agresión de la contra en los 80. La mansión donde vivía Morales Carazo hasta 1979 fue expropiada, y se transformó en la residencia privada del propio Ortega. Una vez electo, según informaba AFP, luego de entrevistarse con el ex presidente yanqui James Carter, Ortega declaraba que “Nicaragua quiere mejorar las relaciones con toda la comunidad internacional y tratará de crear un ambiente de confianza para los inversores privados”. En febrero de 2007, Nicaragua adhirió a la Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA), y Ortega se sumó a la fraseología del chavismo y el “socialismo del Siglo XXI”, aunque manteniendo su política proyanqui de pertenencia al CAFTA y los planes neoliberales. Poco después, comenzaban las primeras huelgas. Luego de tres semanas de conflicto, 30.000 maestros lograron un aumento salarial.
Hoy -a pesar de que se dan luchas y movilizaciones- hay mayor estabilidad burguesa e imperialista en Centroamérica que en 1979, cuando triunfó la revolución. Los trabajadores nicas han protagonizado movilizaciones de todo tipo contra los gobiernos de Violeta Chamorro, Aleman y Bolaños, y comenzaron a luchar contra Daniel Ortega y su dirección histórica, el sandinismo. Durante décadas han salido a las calles los maestros, los médicos, empleados de supermercados, conductores de ómnibus, empleados públicos y estudiantes. Muchas veces tuvieron que enfrentar la represión.
Al frente de la policía y el ejército han estado los comandantes sandinistas. Son ellos mismos quienes se han constituido en los garantes, desde la conducción de las fuerzas armadas, del dominio burgués e imperialista del país y de la aplicación despiadada de los planes del FMI.
La publicación de este folleto es un homenaje al heroico pueblo nicaragüense que con su lucha y su sacrificio derrotó a la dictadura somocista y durante años mantuvo vivo el fuego revolucionario, desafiando a EE.UU. y aplastando a los mercenarios de Reagan. Es también un homenaje a quienes participaron en la Brigada Simón Bolívar, arriesgando su vida por la solidaridad internacionalista. Y es también un aporte al debate presente y necesario para hacer en común con los luchadores y los revolucionarios de todo el continente.
Durante años la vanguardia latinoamericana siguió con pasión el proceso nicaragüense. Los hermanos Ortega, Tomás Borge y demás comandantes, con el justo prestigio ganado por su lucha contra la dictadura y la toma del poder, eran una referencia continental. El FSLN tuvo el poder en sus manos, apoyado por los trabajadores armados, y en una relación de fuerzas excepcionalmente favorable para ellos. Por empeñarse en gobernar con la burguesía, no expropiar, desarmar al pueblo y no romper con el imperialismo, lo perdió e hizo retroceder el proceso revolucionario. Los sandinistas, de la mano de Fidel Castro, confirmaron otra vez, años atrás, que, con medias tintas, sin libertades y reprimiendo a los trabajadores, con economía mixta capitalista y cediendo ante el imperialismo, está garantizada la derrota y la profundización de la miseria.
El debate planteado por la Brigada Simón Bolívar sigue totalmente vigente. Desde el 2006 Daniel Ortega retornó a la presidencia dando continuidad a los gobiernos conservadores y proyanquis anteriores y en medio de un gran desprestigio ante la vanguardia luchadora y revolucionaria. Pero el papel destacado en la defensa de aquel camino que hundió a la revolución nica lo tiene en la actualidad el presidente venezolano Hugo Chávez, también de la mano del castrismo. Con toda su influencia, y con discursos más o menos parecidos (entonces, “hacer el socialismo con los dólares del imperialismo”, y ahora el “socialismo del siglo XXI”), Chávez mantiene el capitalismo con las empresas mixtas y reprime a los trabajadores que se movilizan y exigen salario y mejoras en sus condiciones de vida. El profundo proceso de movilización revolucionaria que se vive en Venezuela enfrenta el gran peligro de que, con la conducción del chavismo, se repita la frustración y el retroceso que provocaron los sandinistas. Las enseñanzas de la revolución nicaragüense nos siguen poniendo por delante, indicando otro camino, aquella frase del Che Guevara que debe flamear en todo el continente: “revolución socialista o caricatura de revolución”
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Mercedes Petit
Buenos Aires, agosto 2009
*Por entonces, el PST argentino actuaba en la clandestinidad. Nahuel Moreno estaba exiliado en Bogotá. Su corriente -llamada Fracción Bolchevique (FB)- estaba en el Secretariado Unificado (SU) de la Cuarta Internacional, encabezado por Ernest Mandel. Moreno falleció en 1987. Actualmente, Izquierda Socialista y seguidores suyos en otros países impulsan la UIT-CI (Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional)
**El mexicano Jorge Castañeda, “politólogo” y canciller del gobierno del PAN con Vicente Fox, dando una prueba más de su desconocimiento y total falta de seriedad respecto de los hechos de la revolución latinoamericana, atribuye la iniciativa de la BSB a Enrique Gorriarán Merlo, dirigente del ERP-PRT argentino (ver La utopía desarmada, Ariel, Buenos Aires, 1993, pág. 299). La concepción de la BSB y su participación en la lucha armada contra Somoza eran completamente opuestas al foquismo militarista de Gorriarán, que no tuvo absolutamente nada que ver con esa brigada.