Por Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional
8/12/2025. Una de las dictaduras más sangrientas que haya conocido la historia de la humanidad pasó al archivo hace exactamente un año. El 8 de diciembre de 2024, con el fin de la dinastía Assad tras 54 años, se abrió una nueva página no solo en el futuro de Siria sino en el de toda la región. Hoy compartimos y participamos en las celebraciones y la alegría del pueblo sirio, que puso fin a este régimen sanguinario pagando un precio enorme.
El cambio en Siria comenzó cuando la ola revolucionaria que, iniciada en Túnez a finales de 2010, se extendió por toda la región, llegó a Siria en marzo de 2011 y el pueblo tomó las calles con las demandas de “libertad y dignidad”. Tras casi 14 años de un proceso lleno de avances y retrocesos, durante el cual la dictadura de Assad intentó aplastar la revuelta popular con sangre, el lema “¡El pueblo quiere la caída del régimen!” finalmente se hizo realidad.
Con la caída del régimen, se cerraron los centros de tortura y masacre que eran las cárceles, los presos políticos recuperaron su libertad y el pueblo sirio obtuvo avances importantes en términos de libertad de expresión y de organización. Sin embargo, durante el último año se produjeron acontecimientos muy graves que amenazaron las conquistas de la revolución. Las masacres perpetradas en la región costera y en Suwayda fueron los hechos más significativos que mostraron la fragilidad del nuevo periodo. La expansión de la ocupación sionista en el sur y la continuidad de sus operaciones militares, la ausencia de cualquier mejora seria en las condiciones económicas y sociales de la población trabajadora, así como los desarrollos que amenazan los derechos de las mujeres, formaron otros ejes determinantes de esta etapa.
El rasgo fundamental de este nuevo periodo, lleno tanto de oportunidades como de peligros, es que, tras la caída del régimen, el poder quedó en manos de un gobierno burgués provisional que no representa las demandas revolucionarias de “libertad y dignidad”. La prioridad de este gobierno provisional, constituido bajo la dirección del líder de HTS, Shara, es reconstruir el Estado capitalista dañado por la revolución y consolidar su poder político.
El gobierno provisional, que trató de legitimar su poder primero mediante una “Conferencia de la Victoria” declarada unilateralmente y luego mediante una farsa electoral en la que solo seis mil personas tenían derecho a votar, intentó sostenerse en esta fase mediante dos políticas centrales. En primer lugar, intentó monopolizar la representación de la mayoría árabe suní explotando las divisiones sectarias y nacionales heredadas del régimen anterior. En este marco, no dudó en presentar como amenaza a las minorías étnicas y sectarias que son componentes históricos y originarios del país. Los resultados de esta política se materializaron en la exclusión sistemática de todos los actores políticos ajenos al gobierno provisional y, finalmente, en las masacres ocurridas en la región costera y en Suwayda.
La otra política fundamental del gobierno provisional fue obtener el apoyo de las potencias regionales y globales, sin importar el costo. Buscando consolidar su legitimidad mediante el reconocimiento internacional, adoptó una línea basada en ofrecer todo tipo de concesiones. No tomó ninguna posición en defensa de la soberanía nacional frente a las nuevas ocupaciones sionistas en el sur, ni frente a la ocupación turca en el norte y el control que mantiene en varias áreas mediante sus extensiones militares, ni frente a la presencia militar de Estados Unidos y sus operaciones en el país, ni frente a las bases militares de Rusia que continúan existiendo y protegieron al antiguo régimen.
Este enfoque complaciente pretendía que se levantaran las sanciones existentes y que el desarrollo económico se alcanzara mediante inversiones externas y privatizaciones. Sin embargo, a pesar de decenas de acuerdos firmados, desde el Golfo hasta Europa y Estados Unidos, hasta ahora no se ha logrado ningún resultado concreto. Más aún, la ejecución de dichos acuerdos no significaría una mejora en las condiciones de vida del pueblo trabajador, sino que transformaría la condición del país: de ser semicolonia de Rusia e Irán en el pasado, pasaría a ser semicolonia de los imperialismos occidentales y de los países del Golfo.
Mientras el gobierno provisional sigue pidiendo “más tiempo” para obtener avances concretos, nosotros decimos que “lo que habéis hecho es garantía de lo que haréis”. Por ello participamos en las movilizaciones del aniversario de la caída del régimen con demandas y consignas claras. Las reivindicaciones auténticas de la revolución siria solo pueden realizarse mediante la movilización de las masas trabajadoras sirias, y únicamente bajo un gobierno obrero y popular podrán convertirse en conquistas duraderas y definitivas. El régimen de Assad cayó, pero nuestra lucha por la libertad y la dignidad continúa!
- ¡Justicia ya para los asesinados, los desaparecidos y los presos!
- Las riquezas del país deben emplearse para las necesidades urgentes del pueblo trabajador. Todas las propiedades pertenecientes a la oligarquía de Assad y a sus socios deben ser nacionalizadas sin compensación. Deben cancelarse los pagos de la deuda externa hacia Rusia e Irán. Deben anularse las deudas públicas heredadas del periodo Assad, y los recursos resultantes deben destinarse a satisfacer las necesidades más urgentes del pueblo: vivienda, alimentación, transporte, salud y educación.
- ¡Fuera el sionismo de Siria y Palestina! El Golán es sirio. Palestina libre desde el río hasta el mar.
- Estados Unidos, Rusia, Turquía y todas las fuerzas extranjeras deben abandonar el país de inmediato.
¡Intensifiquemos la lucha contra todas las políticas de exclusión y marginación aplicadas a las mujeres en la vida política, social y laboral, así como contra la opresión dirigida a los pueblos oprimidos! Estos derechos no serán garantizados por promesas ni por las autoridades actuales, sino únicamente mediante la movilización del pueblo sirio.
- ¡No a las elecciones falsas! Para garantizar todos los derechos y libertades democráticas exigimos una Asamblea Constituyente libre y soberana.
Unidad Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
































