Por Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista y la UIT-CI
15/9/2025. Centenares de miles, quizás millones, se movilizan en el mundo contra el genocidio del Estado sionista de Israel. Estas multitudes en las calles, en los estadios de fútbol, en recitales musicales o en las universidades apoyan al pueblo palestino y claman por “Palestina libre del río al mar. Palestina vencerá”.
Esta consigna se viene coreando en los últimos años y es un gran avance porque, conscientemente o no, gran parte del movimiento mundial de apoyo al pueblo palestino, está reclamando o se aproxima al reclamo de que el pueblo palestino recupere los derechos sobre su tierra y que haya una Palestina libre en el territorio histórico usurpado desde 1947-1948 por el Estado de Israel, cuestionando en los hechos la existencia del Estado invasor. Sabemos que al interior del movimiento mundial en apoyo a la resistencia del pueblo palestino existen todo tipo de posturas sobre el significado de “libre del río al mar”. Algunos intervienen reivindicando aún la posibilidad de que existan “dos Estados”, otras y otros por una confederación palestina-judía u otras variantes.
Para nuestra corriente sigue vigente la consigna histórica de la resistencia palestina “Por una Palestina laica, democrática y no racista”. O sea, sustituir al estado de apartheid por un único Estado palestino donde puedan convivir con amplios derechos democráticos todos sus habitantes, árabes o judíos. Laico significa que no estará basado ni sostendrá ninguna religión “oficial”, ni islámica, ni judía, ni cristiana. En ese nuevo Estado no racista y democrático se suprimirán los privilegios, discriminaciones y persecuciones raciales que existen hoy en el Estado de Israel y garantizará a todos sus ciudadanos -de origen árabe o judío- iguales derechos democráticos, incluyendo libertad de hablar y enseñar su lengua natal y de publicar en ella su prensa y sus libros, así como la libertad de culto.
Palestina laica, democrática y no racista, una consigna correcta que fue abandonada
Esta consigna fue lanzada en enero de 1969 por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), bajo la dirección de Yasser Arafat, y que desde 1964 encabezaba, positivamente, la lucha armada contra la invasión colonial del sionismo y del imperialismo. En la Carta Nacional Palestina de 1969 se llama a luchar por la destrucción de Israel y por la conquista de “un Estado palestino laico, democrático y no racista”.
Lamentablemente, luego esa consigna empezó a ser abandonada por Arafat y la dirección de la OLP. En 1982 comienzan sus declaraciones a favor del abandono de la lucha armada contra Israel y el tránsito a la vía diplomática para lograr un “Estado” palestino que coexista con el enclave invasor, y la aceptación de las resoluciones 242 y 338 de la ONU que legitiman al Estado sionista. La traición de Arafat y la OLP llegó al punto máximo en 1993, cuando se firmó en Oslo (Noruega) el histórico acuerdo entre la OLP e Israel de “reconocimiento mutuo”. Firmaron Yitzhak Rabin, primer ministro israelí, Yasser Arafat, por la OLP, y Bill Clinton, presidente de los Estados Unidos (EE.UU). Importantes agrupaciones palestinas (Hamas, el Frente Popular para la Liberación de Palestina -FPLP-, y otros) rechazan el acuerdo y así lo hacen también los gobiernos de Libia, Sudán, Irán e Irak.
Se crea la trampa de un futuro “Estado palestino” en Cisjordania y Gaza bajo el nombre de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con capital en Ramallah. Así la OLP acepta la mentira de los “dos Estados” que, treinta años después, se fue demostrando que admitir la utopía de un Estado palestino al lado del de Israel es inaceptable para el sionismo y el imperialismo. Todo esto apoyado también por sectores burgueses árabes como el gobierno de Egipto, que es uno de los pocos países árabes que reconocieron a Israel junto con Jordania y Emiratos Árabes.
Esta utopía reaccionaria ya estaba formulada en la partición de Palestina. La resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947, estableció la partición de Palestina en un Estado judío implantado por la fuerza y un Estado árabe. Se creaba el Estado de Israel, pactado por el imperialismo yanqui y británico con el sionismo y avalado por la URSS. Desde el principio Israel cuestionó los “dos Estados” de la ONU y en 1948 expulsó a centenares de miles de palestinos y palestinas de sus tierras y casas, lo que se conoce como la Nakba, “catástrofe” en árabe, en recordación del desplazamiento masivo de la población palestina.
Actualmente, el gobierno sionista de la ultraderecha de Benjamin Netanyahu, avalado por Trump, declara abiertamente el rechazo a los “dos Estados” y avanza, con su criminal genocidio, en el plan de lograr el “Gran Israel” asesinando y expulsando a millones de palestinos y palestinas de Gaza y Cisjordania.
Pese a la claudicación de Arafat y la OLP, el pueblo palestino no dejó de luchar
El 9 de diciembre de 1987 se produjo la primera Intifada (rebelión) en Gaza, que duró meses, y el 21 de diciembre se realizó la primera huelga de los árabes de Israel. Al calor de la primera Intifada de 1987, surgió un movimiento opositor palestino como Hamas, una corriente pro burguesa islámica, que tomó el control de Gaza. Hamas nació oponiéndose a los acuerdos de Oslo y reivindicando el fin del Estado de Israel. Miles de palestinos vieron en Hamas una alternativa. En enero de 2006 ganó las elecciones, dejando por primera vez en minoría a Al Fatah/OLP. Estados Unidos e Israel no reconocieron a ese gobierno y en 2008 Israel produjo una agresión militar llamada “Plomo fundido”. No pudieron triunfar, pero dividieron a los palestinos. Hamas quedó aislado en la franja de Gaza y Al Fatah/OLP se siguió atribuyendo la presidencia de la ANP con Mahmud Abbas.
Hamas durante un tiempo pactó con la corriente burguesa islámica árabe Hermandad Musulmana, luego se alió a los gobiernos burgueses de Irán y Qatar. Equivocadamente, Hamas es opuesto a una Palestina democrática y laica y es más proclive a la instalación de un Estado religioso islámico. En febrero de 2017 la dirección de Hamas resolvió un cambio en su carta fundacional más abierto a retomar la consigna histórica, ya que no explicita la consigna por un Estado palestino islámico en reemplazo del Estado sionista, aunque retrocede abriendo la posibilidad de aceptar un Estado palestino en las fronteras de 1967 (o sea dos Estados), pero sin reconocer formalmente a Israel y continuando la resistencia armada. Este punto, la lucha armada contra Israel, sigue siendo el aspecto progresivo de Hamas y sus otras organizaciones aliadas palestinas, entre ellas el FPLP. Por eso, más allá de nuestras diferencias políticas con Hamas, la reconocemos como la actual dirección de la resistencia del pueblo palestino.
Una guerra anticolonial contra un Estado sionista-nazi al servicio del imperialismo
La importancia de poner en el centro del llamado a movilizar la consigna democrática por una Palestina laica, democrática y no racista está dada por el carácter de la lucha. Es una lucha anticolonial y democrática ya que una población fue expulsada (pequeños y grandes propietarios de tierras, burgueses, comerciantes, trabajadores urbanos y rurales, religiosos, laicos, etcétera) y oprimida por una invasión militar. Hay más de 5 millones de la diáspora palestina que reclaman el derecho al retorno a su tierra.
Estamos ante una guerra de ocupación militar desde la instalación del enclave colonial imperialista de Israel en 1947. Una guerra en Medio Oriente de los pueblos árabes, encabezada por el pueblo palestino, contra Israel. Los medios de prensa burgueses hablan de “guerra” desde el 7 de octubre de 2023, pero en realidad una guerra existe desde hace más de 70 años y ha tenido distintas expresiones. Desde guerras directas entre Estados árabes e Israel (en 1947-1948, “los 6 días” de 1967, la guerra de Yom Kippur de 1973, varias contra Líbano, agresiones permanentes a Irán, Siria, Yemen, entre otras) hasta las continuas masacres del ejército israelí sobre el pueblo palestino para avanzar en la colonización de nuevas tierras (Cisjordania) y ahora Gaza, que no han cesado desde la creación de Israel.
Son 77 años enfrentando una colonización imperialista ejecutada por un Estado sionista nazi. Israel no es un país, es un enclave colonial, un Estado de apartheid creado artificialmente por el imperialismo y el sionismo basado en el desalojo de la población originaria palestina, en su discriminación racial, robos de sus tierras y quite de todo derecho democrático. Semejante a los Estados “blancos”, racistas, que instaló el imperialismo en África, como el estado de apartheid de Sudáfrica, que fue destruido por las masas en los ’90 del siglo pasado. Millones de palestinas y palestinos han sido expulsados de sus tierras desde 1948. En esa colonización el imperialismo y el sionismo fueron instalando a millones de colonos de todo el mundo. Fue y es armado hasta los “dientes” por los Estados Unidos.
Hasta 1985 nuestra corriente de izquierda trotskista definía a Israel como un Estado colonial, racista y fascista. En ese año nuestro dirigente, Nahuel Moreno, se autocriticó y propuso cambiar la definición por Estado nazi ya que aplica “los métodos de guerra civil contra una raza. Donde se persigue a una raza con métodos de guerra civil, hay métodos nazistas” (ver Palestina, historia de una colonización, páginas 105-106 y en nahuelmoreno.org). Cuarenta años después esta definición la asumen en todo el mundo distintos dirigentes políticos, historiadores o la corean en las movilizaciones de apoyo al pueblo palestino. Algunos referentes judíos comienzan a plantearlo.
Desde 1948 los socialistas revolucionarios apoyamos incondicionalmente a la resistencia palestina en esta guerra. En una guerra anticolonial estamos siempre del lado del pueblo oprimido contra el opresor. Es una lucha por el derecho democrático al retorno de millones de desplazados a sus tierras. Apoyamos la autodeterminación nacional del pueblo palestino, que significa apoyar su lucha democrática por destruir al Estado sionista-racista-nazi de Israel para recuperar su territorio expropiado y tener su país. No hay otro camino ya que con el nazismo no se discute, sino que se lo destruye con la movilización del pueblo palestino y de los pueblos del mundo.
Por eso, en la movilización y en esta guerra anticolonial, la UIT-CI levanta la consigna democrática por una “Palestina laica, no racista y democrática en todo el territorio histórico”.
Una consigna democrática para impulsar la movilización revolucionaria y terminar con el apartheid sionista
Como se señala en el libro Palestina, historia de una colonización (ver nahuelmoreno.org), la Cuarta Internacional fue la única tendencia de izquierda que se opuso a la creación del enclave de Israel. Mientras el estalinismo y la socialdemocracia apoyaron fervorosamente al sionismo y la creación artificial de Israel, los trotskistas planteaban: “¡Abajo la partición de Palestina! ¡Por una Palestina árabe, unida e independiente, con plenos derechos de minoría nacional para la comunidad judía! ¡Abajo la intervención imperialista en Palestina! ¡Fuera del país todas las tropas extranjeras, los ‘mediadores’ y ‘observadores’ de las Naciones Unidas! ¡Por el derecho de las masas árabes a disponer de ellas mismas! ¡Por la elección de una asamblea constituyente con sufragio universal y secreto! ¡Por la revolución agraria!” (Quatriéme Internationale, junio 1948, página 30).
Indudablemente, la consigna de asamblea constituyente al poco tiempo quedó invalidada porque con la expulsión masiva de gran parte del pueblo palestino y el ingreso de millones de colonos traídos de Europa, EE.UU. y Latinoamérica, quedó conformado un enclave de mayoría poblacional sionista. La consigna democrática “Palestina laica, no racista y democrática” juega un papel parecido al que en su momento tenía la asamblea constituyente. Incluso algunas corrientes mantuvieron equivocadamente esa consigna por largo tiempo. Nuestra corriente, desde 1973, asumió como suya la consigna de Palestina laica, democrática y no racista, sin dar apoyo político a la dirección palestina de la OLP (ver Avanzada Socialista, 24/10/73, en nahuelmoreno.org).
En la actualidad hay algunas corrientes de la izquierda y del trotskismo que rechazan esta consigna por “etapista”. La contraponen a la lucha por el socialismo y sostienen como central “Palestina libre del río al mar, Palestina obrera y socialista”. Consideramos equivocada esta visión. Ya Trotsky en su elaboración del Programa de Transición destacaba la importancia de las consignas democráticas, en especial para las tareas de la independencia nacional, o sea de la autodeterminación de los pueblos, como es en el caso de Palestina.
Trotsky decía que “La tarea central de los países coloniales y semicoloniales es la revolución agraria, es decir la liquidación de las herencias feudales y la independencia nacional, es decir el derribo del yugo imperialista (…) Es imposible rechazar sin más el programa democrático, es preciso que las masas lo sobrepasen en la lucha” (Los países atrasados y el programa de reivindicaciones transicionales, Programa de Transición, página 31, edición El Socialista).
Por eso, por ejemplo, en el caso de Sudáfrica, Trotsky tomaba en 1934 como consigna central positiva la de la lucha por una república negra. Entonces Sudáfrica era una colonia inglesa. Trotsky decía que “la república sudafricana surgirá antes que nada como una república negra (…) No tenemos la menor razón para cerrar los ojos ante este aspecto de la cuestión o para disminuir su importancia (…) Los revolucionarios proletarios nunca debemos olvidar el derecho de las nacionalidades oprimidas a la autodeterminación” (Sobre las Tesis Sudafricanas, Escritos, Tomo VI-1934-35 Vol. 2, pp 380-390). Trotsky proponía como consigna movilizadora “República negra” sin condicionarla a que esa república fuese socialista.
Trotsky, brillantemente, acertó en su pronóstico de cómo podría asumir la dinámica de lucha del pueblo negro en Sudáfrica, luego convertida en régimen de apartheid. Cayó en 1990 en medio de grandes luchas obreras y populares de las masas negras al interior y de un movimiento mundial de solidaridad y de boicot al apartheid semejante al que se está desarrollando ahora en repudio a Israel, sabiendo que las comparaciones son relativas ya que cada proceso tiene sus peculiaridades y nada se puede repetir. En Sudáfrica, la dirección de Nelson Mandela, facilitada por la ausencia de una dirección revolucionaria, impidió que el proceso revolucionario sudafricano evolucionara hacia una ruptura con el capitalismo y avanzara al socialismo.
Trotsky no fue “etapista”. Es equivocado tomar las tareas democráticas como separadas del programa revolucionario y por el socialismo. Justamente el método del Programa de Transición tiene por objetivo “ayudar a la masa, en su proceso de lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista”. Esas “reivindicaciones actuales” son mínimas y democráticas.
El método que nos legaron nuestros maestros para armar nuestra política y consignas, nuestro programa concreto y “transicional” para cada lucha es la combinación de las consignas (mínimas, democráticas y transicionales) en la perspectiva de lucha por el triunfo definitivo de las revoluciones socialistas.
La consigna de “Palestina laica, democrática y no racista” es similar a la de “república negra” que apoyaba Trotsky para Sudáfrica. Las dos consignas son democráticas, policlasistas y populares como lo son asamblea constituyente o la autodeterminación nacional. Su uso correcto depende del contexto. Lo importante es que ayuden a la movilización.
Justamente, la consigna “Palestina laica, democrática y no racista” es la principal consigna unitaria y movilizadora que puede hacer el puente desde la resistencia palestina contra el genocidio, en defensa de sus territorios, el boicot mundial por el fin del enclave nazi-sionista y hacia una Palestina socialista.
La destrucción revolucionaria del Estado sionista de Israel y la imposición de un Estado único palestino en el territorio histórico abrirá el camino para luchar por una Palestina obrera y socialista como parte de una federación de Estados socialistas en Medio Oriente y el Norte de África.
El triunfo final del pueblo palestino surgirá de la unidad de las diversas luchas existentes y en desarrollo del proceso revolucionario. Se combinará la lucha armada palestina con el surgimiento de nuevas intifadas (insurrecciones populares palestinas), junto a huelgas o rebeliones de los llamados palestinos “del 48” que habitan Israel, unidos a levantamientos de las y los trabajadores y los sectores populares de los pueblos árabes contra sus gobiernos. Y otro factor clave es el sostenimiento del movimiento de solidaridad internacional que, como en Vietnam, fue decisivo.
Esta pelea por la victoria del heroico pueblo palestino también es una dura y difícil tarea por la construcción de una nueva dirección socialista revolucionaria, o sea la tarea de construir un partido revolucionario palestino que levante un programa de disputa con todas las diversas corrientes palestinas (laicas, islámicas, pro burguesas, etcétera). De allí la importancia que desde la UIT-CI sigamos levantando la consigna por una “Palestina laica, democrática y no racista” que fue abandonada por la traidora OLP/ANP. Con esa consigna dialogamos, establecemos un “puente” con miles de luchadoras y luchadores palestinos que se formaron con esa consigna, que es parte de su memoria histórica y que dio también miles de mártires por la causa palestina. Como parte de nuestro programa y nuestra estrategia histórica luchamos por una Palestina socialista en un Medio Oriente y un mundo socialista.
Somos parte del movimiento mundial por Palestina libre del río al mar
Lo positivo en la lucha palestina es que crece un movimiento unitario y masivo en el mundo en apoyo a la causa palestina y de repudio al genocidio sionista. Ya tienen dimensiones semejantes a la movilización antiimperialista contra la guerra de Vietnam en los ’60 y los ’70 del siglo pasado.
Es altamente progresivo que crezcan las movilizaciones masivas en Europa, los EE.UU. y en todo el mundo. Crecen las adhesiones de artistas en recitales o conciertos, los reclamos para excluir a Israel de eventos deportivos o artísticos. Participan la ambientalista sueca Greta Thunberg, políticos, gobernantes burgueses y personalidades democráticas, miembros de la ONU, ONGs, Médicos sin Fronteras, consulados y embajadas de la ANP, sectores de todo el espectro de la izquierda. La UIT-CI, como izquierda trotskista, es parte de ese movimiento amplio, democrático y policlasista por Palestina. Somos el ala socialista revolucionaria que interviene con su propia independencia política.
Alentamos a que crezca y se amplie este movimiento unitario, que tiene un carácter claro de buscar la derrota del genocidio sionista y, en los hechos, tiene un carácter antinazi. Este movimiento ejerce una gran presión sobre los gobiernos reclamando que rompan relaciones, que dejen de enviar o financiar armas para el sionismo, que haya un boicot económico, deportivo y cultural.
En general, esta movilización se une bajo la consigna Palestina libre del río al mar, aunque en su interior existen todo tipo de posturas sobre el significado de “libre del río al mar”. Algunos intervienen reivindicando aun la salida de “dos Estados”, otras y otros por una confederación palestina-judía, por la paz u otras variantes.
La UIT-CI interviene en el movimiento apoyando incondicionalmente la resistencia palestina, incluida su lucha armada, con el objetivo central de terminar con el Estado sionista, su genocidio y por lograr una Palestina única, laica, democrática y no racista.
¿Por qué es imposible la existencia de “dos Estados” en Palestina?
Como parte del aislamiento que sufre Israel, quince países encabezados por Francia, Canadá y Australia anunciaron que reconocerían un Estado palestino en la ONU. Los demás países firmantes son: Andorra, Finlandia, Islandia, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, San Marino, Eslovenia y España. Y el Reino Unido dejó abierta la posibilidad de sumarse.
Actualmente, 147 de los 193 Estados miembros de pleno derecho de las Naciones Unidas han reconocido un “Estado de Palestina”, que cuenta en este momento con un estatus de observador no miembro en la ONU. Esto significa que puede participar en la mayoría de los procedimientos de la ONU, pero no tiene voto en la asamblea general ni puede integrar los distintos organismos de la ONU. Lo que expresa que es algo simbólico y que no existe ningún Estado palestino real.
Aunque se trata de posiciones cínicas de gobiernos capitalistas que reconocen al Estado sionista de Israel y muchos le dan apoyo militarmente, estos anuncios son un triunfo político de la movilización mundial de apoyo al pueblo palestino.
Desde la forzada y artificial fundación de Israel en 1948, el propio imperialismo instaló la utopía de los “dos Estados”, consciente de que era una mentira, pactada con el sionismo, para justificar la colonización.
Millones en el mundo, judíos o no judíos, creen honestamente que esa podría ser la “solución” para la “convivencia en paz”. ¿Pero por qué han pasado 77 años y no se logra?
Porque sencillamente, Israel y el sionismo no quieren que exista ningún Estado palestino. Se trata de un Estado invasor, opresor, sostenido y subsidiado por los EE.UU. y los demás imperialismos, con un enorme poderío militar (que incluye armas nucleares) para actuar en defensa de sus intereses y que no puede convivir pacíficamente con un pueblo oprimido al cual le han quitado su territorio ancestral y sus derechos democráticos más elementales. No pueden existir dos Estados porque el sionismo no puede aceptar que haya un Estado palestino realmente independiente y soberano, con su ejército, con su aviación, con helicópteros, aunque sea en parte de las tierras que les arrebataron y que pueda usar libremente sus costas y su mar. No puede existir porque el sionismo parte de considerar que ellos son “los dueños” milenarios de esas tierras y que tienen el derecho al “retorno”, hasta con argumentos bíblicos como que Palestina “era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” o la invención racista de que existe un “pueblo judío”. Cuestiones que demostraron falsas grandes historiadores judíos como Ilan Pappe (ver su libro Breve historia del conflicto entre Israel y Palestina) o Shlomo Sand (ver La invención del pueblo judío).
Es una utopía reaccionaria los dos Estados porque el sionismo es desde 1948, no ahora con Netanyahu, “un movimiento de asentamiento de colonos” (como lo define Ilan Pappé) que no se detiene, que desde hace décadas se armó para tomar nuevas tierras y expulsar a las y los palestinos. En Cisjordania entran colonos con armas y topadoras, apoyados por el ejército israelí para expulsar familias palestinas. Dentro de Israel los habitantes árabes son ciudadanos de segunda. El proyecto de Israel como enclave imperialista ya fracasó. Día a día estamos viendo en vivo y en directo su crisis.
M.S.
El 82% de los israelíes judíos apoya la expulsión de los habitantes de Gaza
Una encuesta entre judíos israelíes revela una creciente aceptación (82%) de la idea de expulsar por la fuerza a los palestinos, tanto de Gaza como de las fronteras israelíes. La encuesta fue publicada por el diario israelí Haaretz el 28 de mayo de 2025. El 56% apoyó, además, la expulsión forzosa de los ciudadanos árabes que viven en Israel.
También reveló que una minoría significativa apoya la matanza masiva de civiles en ciudades enemigas capturadas por el ejército israelí. La encuesta, publicada en Haaretz, fue realizada por la Universidad Estatal de Pensilvania, EE.UU., a personas de todo Israel, según Quds News Network (QNN).
La población de Israel en 2025 se estima en alrededor de 10.1 millones de habitantes. Esto representa un aumento significativo desde los 800.000 habitantes que tenía en 1948. Está compuesta por 7,7 millones de judíos (77,6%) y 2,1 millones de árabes (20,9 por ciento).
Estos datos reflejan, lamentablemente, el carácter sionista y racista de la mayoría de la población judía de Israel.


































