Por Francisco Moreira
22/4/2025. El 28 de abril de 1945 Mussolini, el máximo jefe del fascismo italiano y socio incondicional de Adolf Hitler, era capturado y ajusticiado por partisanos (guerrilleros) de la resistencia antifascista. Su muerte y la de Hitler dos días después, marcaron el fin del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
Eran las seis y media de la mañana del 27 de abril de 1945 cuando el grupo de partisanos de la Brigada Garibaldi de la resistencia antifascista detectó un convoy alemán cerca de la localidad de Dongo, un municipio de la provincia de Como (Italia). Tras un intercambio de disparos, los alemanes accedieron a negociar. Los miembros de la brigada permitieron la retirada de los alemanes a cambio de la entrega de todos los italianos que iban con ellos. Alrededor de las siete de la tarde, cuando estaban revisando la documentación de los italianos, reconocieron disfrazado con ropas alemanas, a Benito Mussolini.
La noticia de la detención de il Duce (el caudillo), el dictador fascista que había gobernado con mano de hierro Italia entre 1922 y 1943, fue anunciada por la radio junto con la decisión del Comité de Liberación Nacional de ajusticiarlo “como un perro rabioso”. El 28 de abril fue fusilado, junto a su amante Clara Petacci. Sus cuerpos y los de otros jerarcas fascistas fueron trasladados a Milán y exhibidos en la Plaza Loreto, colgados cabeza abajo. La imagen recorrió el mundo y significó el golpe de gracia contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
De la revolución obrera al fascismo
Mussolini, había nacido en 1883 en Predappio, un pueblito cerca de Bolonia. Fue docente y militó en el socialismo, siendo un fervoroso ateo. En agosto de 1914, cuando comenzó la “Gran Guerra” interimperialista, el Partido Socialista Italiano (PSI) rechazó la posición mayoritaria de la Segunda Internacional (socialdemócrata) a favor de la intervención en la guerra. Pero Mussolini la apoyó y fue expulsado del PSI. En mayo de 1915 Italia entró en guerra y Mussolini fue incorporado al Regimiento 11 de los bersaglieri (infantería).
Tras la firma del armisticio, entre 1919 y 1920, el proletariado italiano protagonizó una revolución que sacudió el país. Era parte del ascenso provocado por la guerra, y que había logrado el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. En Italia se tomaron las fábricas y se formaron consejos obreros (soviets), fundamentalmente en el norte industrial, en Milán y Turín. Pero la traición de los reformistas del Partido Socialista y la juventud e inexperiencia del nuevo Partido Comunista llevaron la revolución a una derrota.
El 23 de marzo de 1919 Mussolini fundó los Fasci de Combattimento (grupos de combate). El movimiento fascista fue creciendo hasta que en noviembre de 1921 se transformó en el Partido Nacional Fascista y Mussolini fue elegido diputado en Milán. Es que mientras la socialdemocracia adormecía a las y los trabajadores, entre la burguesía, la pequeña burguesía rural y urbana crecía la adhesión al fascismo.
La dictadura fascista
El 28 de octubre de 1922 Mussolini encabezó la “Marcha sobre Roma”. El rey Victor Manuel se apresuró a nombrarlo presidente del consejo de ministros. Así el fascismo se apoderó del poder. Mientras sus bandas actuaban con cachiporras, cuchillos y revólveres, se fue consolidando el régimen dictatorial. Para 1926 habían sido totalmente aplastadas las organizaciones obreras y de masas, y había miles y miles de exiliados y presos. El más célebre fue el dirigente comunista Antonio Gramsci.
En 1931 León Trotsky escribía: “El fascismo en Italia es producto directo de la traición de los reformistas a la insurrección del proletariado. Desde el fin de la guerra, el movimiento revolucionario italiano iba en alza y en septiembre de 1920 los obreros habían llegado a la ocupación de empresas y fábricas. […] La socialdemocracia tuvo miedo y retrocedió. […] El aplastamiento del movimiento revolucionario fue la premisa más importante para el desarrollo del fascismo”.1
Durante más de una década, Mussolini gobernó con mano de hierro. Fue aliado incondicional de Adolf Hitler y el nazismo alemán desde que se comenzó a desarrollar en 1923, y luego de que tomara el poder en 1933. A pesar de su origen antirreligioso, en 1929 firmó los “Pactos de Letrán” con el cardenal Pietro Gasparri, otorgando independencia política al Vaticano y enormes privilegios para la Iglesia Católica, que aún subsisten. Desde entonces, il Duce contó con la bendición del papado para sus aventuras imperialistas y la represión. El Vaticano lo apoyó en la conquista de Abisinia (1935-36), en el envío de tropas, armas y aviones a Francisco Franco para aplastar la revolución obrera española, en las leyes contra los judíos de 1938.
La guerra y el triunfo antifascista
En 1939 Hitler comenzó su invasión que dio lugar al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Italia fue su gran aliada. Invadió Grecia y sumó tropas a la invasión a la Unión Soviética. Pero las complicaciones de Hitler para dominar Europa y el mundo tuvieron una expresión temprana en Italia.
En 1942 la inminencia de una invasión aliada en Sicilia, las penurias de las tropas y las malas condiciones de vida en el país, alimentaron un creciente malestar popular. El año culminó con el inicio de las actividades de las organizaciones de izquierda, de los partidos y los sindicatos obreros, que estaban en la clandestinidad. Las grandes huelgas de las fábricas Fiat en Turín comenzaron a extenderse a otras ciudades. Para los primeros meses de 1943, el movimiento huelguístico contra la guerra y las dificultades materiales dominaban el norte industrial, en demanda de reivindicaciones económicas y pacifistas, que desafiaban al régimen fascista. La victoria soviética sobre los ejércitos nazis en Stalingrado, en febrero, fortaleció la resistencia antifascista.
Con el desembarco aliado en Sicilia, gran parte de la burguesía y el monarca Víctor Manuel, encabezados por el “héroe” de Abisinia, el general Pietro Badoglio, dieron por cumplido el ciclo de Mussolini. El 25 de julio de 1943 lo arrestaron y lo recluyeron en una villa del Gran Sasso. Pero el 12 de septiembre un grupo de asalto alemán lo liberó y lo trasladó a Alemania. Poco después, Mussolini anunció la constitución de la «República de Saló», en Italia septentrional, ocupada por los alemanes.
En 1945, en medio del derrumbe de los ejércitos nazis, Mussolini viajó a Milán, en un intento de negociar su rendición ante los aliados. Se le exigió una rendición inmediata e incondicional. No la aceptó y cuando intentaba retirarse hacia el norte fue detenido por los partisanos que controlaban la zona. Su asesinato y el suicidio de Hitler dos días después, el 30 de abril, marcaron el fin del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
1. León Trotsky. “La lucha contra el fascismo en Alemania”. Tomo 1. Ediciones Pluma, Buenos Aires, 1973.