Por Cristina Derriba y Arnau A., dirigentes de Lucha Internacionalista, sección en el Estado español de la UIT-CI
El pasado 16 de abril el Tribunal Supremo de Reino Unido dictó que el término “mujer”, tal como aparece en la “Ley de Igualdad”, hace referencia -exclusivamente- al sexo biológico. La sentencia fue impulsada por la organización reaccionaria “For Women Scotland”, cuyas portavoces califican a las mujeres trans como “varones autorizados a ser mujeres”. Este fallo de la justicia británica supone un nuevo ataque a los derechos de las personas trans, especialmente las mujeres, al negar su existencia y empujarlas aún más a la marginalidad.
Bajo la excusa de “defender a las mujeres”, tanto las instituciones reaccionarias, como las Feministas Radicales Transexcluyentes (TERFs), esgrimen argumentos construidos sobre falacias y transfobia. Afirman que las mujeres trans buscan invadir espacios “femeninos” o beneficiarse de las cuotas laborales. Nada más lejos de la realidad: diversos estudios demuestran que las personas trans son, precisamente, quienes enfrentan mayores barreras a la hora de acceder al mercado laboral, ocupan trabajos más precarios y sufren altos niveles de exclusión social. La mayoría se ven incluso obligadas a ocultar su identidad, por miedo al acoso y la discriminación.
El discurso del “borrado de mujeres”, presente a nivel internacional, señala directamente a todas las disidencias sexuales y de género, así como a todas las mujeres que no encajan en sus ideales de feminidad. Aunque se autodenominen “feministas” y de “izquierdas”, estas organizaciones defienden, en última instancia, la misma heteronorma que ensalza la ultraderecha. Así, el PSOE acabó cediendo al sector que se oponía a la Ley Trans y eliminó la Q de las siglas LGBTIQ+. Del mismo modo, el Partido Feminista, con Lidia Falcón a la cabeza, centra su actividad única y exclusivamente en campañas que criminalizan a las mujeres trans.
Esta agenda reaccionaria es impulsada por la ultraderecha pero cuenta con el respaldo de instituciones y medios de comunicación. Figuras como Milei o Trump patologizan a las disidencias, expulsan a personas trans de cargos públicos y llaman abiertamente a combatir la “ideología de género” o la “Agenda Woke”. En Europa, gobiernos como el de Hungría prohíben directamente las manifestaciones del Orgullo, ante el silencio y la inacción de partidos supuestamente progresistas.
Incluso en espacios considerados representativos para las personas LGBTIQ+, como Eurovisión (un concurso televisivo muy seguido por el colectivo), se aplican medidas de censura que ceden a estos discursos de odio. Hace unas semanas se prohibió a las artistas mostrar banderas Queer para “evitar mensajes políticos”, al mismo tiempo que se permite la participación del Estado de Israel en pleno genocidio acelerado en Gaza.
La alineación de los Mass media y los poderes políticos y judiciales con los discursos reaccionarios tiene consecuencias directas y fatales. Las redes sociales se convierten en caldo de cultivo para campañas LGBTIfóbicas que alientan la violencia, y esa violencia no se queda en lo simbólico: se retransmite, se normaliza y se celebra, haciendo que los agresores se sientan impunes. No podemos olvidar el asesinato de Samuel en A Coruña en 2021, ni el reciente transfeminicidio de Sara Millerey en Colombia, torturada y asesinada mientras todo era grabado en vídeo y difundido por redes. Estas violencias no son hechos aislados: son el resultado directo del odio que se impulsa desde las instituciones y se amplifica desde los medios.
Contra esta ola reaccionaria debemos impulsar la movilización. Como hicieron en Reino Unido frente a la decisión de un sistema judicial retrógrado, o en las calles de todo el mundo en recuerdo de Sara y en repudio a todos los feminicidios.
Ninguna compañera se queda atrás: ante el ataque constante a nuestras condiciones materiales y a nuestra existencia, toca organizarnos.
Contra el cisheteropatriarcado y el capitalismo, construyamos el partido revolucionario que nos permita conquistar la liberación afectiva, sexual y de género.