Por: José Castillo
Trump, Macron, Merkel: los líderes imperialistas, los responsables del hambre, la explotación y el saqueo planetario, estuvieron juntos en la Argentina. Con ellos confluyeron el dictador chino Xi Jinping, el autócrata ruso Putin y el asesino saudita Mohamed Bin Salman, entre otros. A pesar de un enorme despliegue represivo, decenas de miles nos movilizamos repudiando su presencia y la propia cumbre.
El encuentro realizado en Buenos Aires fue una nueva expresión de la crisis económica, política y militar que viene sufriendo desde hace décadas la dominación imperialista. Con un Trump que volvió a tratar de sobreactuar su lugar de «jefe mundial» cuando se negó a participar de la única reunión a solas con todos los mandatarios presentes. Con un príncipe saudita que, siendo hasta hace pocos meses el aliado privilegiado de Trump en Medio Oriente junto con Israel, pasó por la cumbre casi como un «apestado», al que solo se le acercó amigablemente Vladimir Putin.
Con un FMI que no puede dejar de mostrar que los números de crecimiento de la economía mundial y de sus distintas regiones se achican producto en el corto plazo de la llamada «guerra comercial» entre Estados Unidos y China, pero más de fondo por la fragilidad de un sistema financiero global que sigue generando una nueva burbuja especulativa con muchas probabilidades de volver a estallar y con un Macron que, mientras sonreía y buscaba lucir por sus dotes «culturales», tenía a París «en llamas» por las protestas de los chalecos amarillos. Esta rebelión popular puso en evidencia el trasfondo del G20, sus planes de ajuste y la resistencia a ellos de los pueblos del mundo.
¿Se llegó a algún acuerdo importante?
El desarrollo de la propia crisis y su continuidad fue transformando al G20, surgido como reunión de presidentes en 2008, en un espacio donde cada vez se resuelve menos, en un evento más que refleja la crisis global. Esto es lo que volvió a pasar este fin de semana en Buenos Aires.
La no superación de la crisis económica capitalista abierta en 2007 lleva a choques interburgueses por sus negocios. La disputa comercial de Estados Unidos-China es parte de esa pelea por el reparto de la «torta» que se achicó. Por eso la única reunión que concitaba real interés era el encuentro entre los presidentes Trump y Xi Jinping. Que no pasó de una mera conversación en una cena de trabajo, donde se anunció la suspensión por noventa días de la suba de aranceles de 10% a 25% en la importación de productos chinos. A cambio, Xi Jinping se comprometió a comprar más productos yanquis para reducir el déficit comercial entre ambos países. De ninguna manera esto significa que se haya resuelto el conflicto entre los dos países. Es apenas un «alto el fuego» sin ninguna claridad de qué sucederá después.
Se quiere mostrar como un éxito que se haya logrado firmar un breve documento entre los participantes del G20. Ciertamente, se venía de dos reuniones escandalosas en los meses previos. En el último G7, Trump se había retirado sin aceptar ningún acuerdo. Semanas pasadas, también había fracasado la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Esta vez sí hubo un «texto final» de compromiso. Pero es apenas un documento de cinco páginas cerrado a las apuradas, a las 6 de la mañana, en un «contexto global muy difícil», según reveló uno de los funcionarios argentinos que estuvo presente en la redacción.
Se trata de un texto de compromiso diplomático, con expresiones superficiales e incluso contradictorias, que no logran disimular las profundas diferencias existentes. Pero que refleja que están contenidas todas las exigencias planteadas por Trump. Así se llama a «destrabar los conflictos económicos», pero, a diferencia de los documentos de todas las reuniones anteriores del G20, no figura la «condena al proteccionismo», frase expresamente vetada por la delegación norteamericana. Para explicitar más claramente aún los problemas, se plantea «revisar el sistema multilateral de comercio», porque «la OMC no alcanza sus metas». La crisis es de tal dimensión que las propias potencias imperialistas cuestionan uno de sus propios organismos que supuestamente garantiza las reglas de juego del capitalismo.
El documento revela más que es una pura formalidad en el contradictorio párrafo sobre el cambio climático. Afirma por una parte: «El acuerdo de París es irreversible y se compromete a su completa implementación». Para decir en el renglón siguiente: «Los Estados Unidos reiteran su decisión de retirarse del tratado de París». ¡Las potencias imperialistas no dan un paso para evitar el desastre ambiental al que nos está llevando el saqueo y uso indiscriminado de los recursos no renovables del planeta!
Con respecto al drama de los millones de migrantes y refugiados que huyen de sus países producto de la miseria y las guerras provocadas por el propio saqueo del imperialismo, el texto plantea cínicamente «enfatizar la importancia de acciones compartidas para abordar las causas de los desplazamientos», lo que deja abierta la puerta para cualquier cosa, desde la represión unilateral que lleva adelante Trump en la frontera mexicana, o Salvini ante los refugiados que intentan llegar a Italia, hasta una eventual «coordinación conjunta» para la represión y la deportación masiva.
Donde sí hubo un pleno acuerdo fue en los llamados a continuar profundizando la superexplotación de los trabajadores. Con el eufemismo «el futuro del trabajo», se llamó a profundizar la flexibilización laboral a escala planetaria. Y, por supuesto, también hubo acuerdo pleno en cuanto a exigir mayores ajustes a los pueblos y al rol que en esa tarea le corresponde al FMI.
Todo lo que se discutió, en síntesis, fue en contra de la clase trabajadora y de los pueblos del mundo. Para garantizar la «seguridad» de esa reunión se montó un operativo de seguridad descomunal, nunca visto en la Argentina. Obviamente es que nada bueno iba a salir de esa cumbre. Pero los líderes presentes ni siquiera pudieron dar un paso en concreto para salir del empantanamiento y la crisis en que está sumido el capitalismo imperialista desde hace décadas. Se trató de una manifestación más de que es un sistema que no va más, que nada tiene para ofrecer a los pueblos del mundo. Por eso el camino sigue siendo la movilización de los trabajadores y los pueblos contra los ajustes del G20, el FMI y las multinacionales, en la perspectiva de imponer el cambio de fondo: el socialismo.