Escribe Luis Covas
El incendio de la milenaria catedral de Notre Dame, en París, conmocionó a millones en el mundo. Los socialistas revolucionarios somos parte de quienes quedaron consternados ante el impacto de que se pudiera perder un prodigio de la arquitectura medieval, llena de obras de arte. No se trata de una cuestión religiosa. Notre Dame es una de las grandes expresiones de la arquitectura gótica con más de nueve siglos de historia.
Pero nuestra consternación no tiene ningún punto de contacto con la “consternación” de los de arriba. De un Macron que quiere usar este hecho para tapar su crisis política frente al embate de los chalecos amarillos. Ni de la iglesia reaccionaria, antiobrera, antiabortista y pederasta. Ni del cinismo del puñado de oligarcas franceses que en pocas horas pusieron 1.200 millones de euros para la reconstrucción, cuando son los mismos que explotan a los trabajadores y empobrecen a la juventud y a los sectores populares de Francia. Está la otra cara de París. La de los miles de chalecos amarillos que después del incendio de Notre Dame cuestionaban esas “donaciones” de los ricos. “Abran las chequeras como en Notre Dame”; “Yo soy Notre Dame”, “Macron dimisión”, gritaban en la manifestación.
Tampoco tenemos nada que ver con los Trump y los explotadores que ahora se “preocupan” por el peligro de que desaparezca Notre Dame cuando ellos son los que avalan con sus guerras la destrucción de ciudades milenarias que son patrimonio de la humanidad. Nunca levantaron su voz para cuestionar que la invasión yanqui a Irak destruyera Bagdad (fundada en el siglo VIII) o que las bombas de Bashar al Assad y Putin destruyeran, en Siria, a la milenaria Alepo (fue capital del reino amorita en el 1600 a. C.) provocando un genocidio. O que ISIS, avalado por Arabia Saudita, destruyera las ruinas históricas de Palmira, en Siria. Es el sistema capitalista imperialista el que degrada la vida, destruye el planeta y también el arte y gran parte la cultura de la civilización humana.
Solo con el triunfo de la revolución socialista cambiará la debacle social y humana que vivimos. Solo el poder de los trabajadores va a permitir que se preserve lo que quede del arte y de la civilización humana para ponerlo al servicio de los pueblos del mundo y de su progreso cultural y humano.
Es bueno recordar una reflexión de León Trotsky sobre Notre Dame, en medio de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Trotsky en un artículo* destaca los grandes contrastes de París, la pobreza que convivía con los grandes monumentos: “Cada detalle vivo pregona elocuentemente la pobreza, la opresión, los nervios gastados por el miedo al hambre” [… ] No por eso dejan de seguir estando firmes, en su sitio, los incomparables monumentos de París; son incontables y dan a esa vieja ciudad espléndida y sucia una nobleza para la que no hay palabras”. Entre esas obras destacaba a la catedral: “Notre Dame, inviolable, llena de admiración al espectador” […] Es bueno que Notre-Dame exista”.
*Ver marxist.org: “Extracto de un viejo cuaderno: París, verano de 1916”. León Trotsky. Publicado en el número 1 de Krasnaia Niva, 1922.