Escribe Rainier “Oso” Ríos, dirigente del MST, sección chilena de la UIT-CI
Piñera respiró aliviado al saber que el coronavirus había entrado en el país. Desde el 18 de octubre del año pasado su gobierno no lograba detener la crisis política abierta por masivas manifestaciones. Marzo prometía no ser un mes tranquilo: el día 8, con cuatro millones de mujeres en las calles del país, volvió a calentar los motores de la protesta.
Correctamente, las asambleas territoriales y la primera línea, las organizaciones feministas y estudiantiles, junto con otras organizaciones sociales, decidieron suspender las manifestaciones para poner todos los esfuerzos en superar la pandemia. Piñera, por su parte, ha tratado de aprovechar la tragedia para rearmar su tambaleante gobierno. La suspensión de las movilizaciones, sin embargo, no promete un panorama alentador para el capitalismo chileno. El colapso del sistema de salud se acerca a pasos agigantados, mientras suben los contagios y escasean insumos e infraestructuras médicas. Décadas de privatizaciones y bajos presupuestos han preparado la debacle de una salud pública que se cae a pedazos. Enfermarse y no tener atención médica, ver morir a familiares por falta de respiradores, no hacen buena combinación con un pueblo que ha sostenido por meses la lucha contra el gobierno.
Como telón de fondo, economistas patronales y autoridades del gobierno vaticinan que la crisis económica recién comienza a mostrar sus garras. En el mejor de los casos, dicen, será parecida a la crisis de comienzos de la década del 80, la misma que provocó la ola de descontento contra la dictadura de Pinochet. Pronóstico nada alentador para un gobierno formado por defensores públicos del dictador.
Pandemia, desastre del sistema de salud, despidos masivos y reducciones de salarios servidos en el plato profundo de la desigualdad en Chile. Acompañados, como no, de la privatización de derechos sociales básicos, jubilaciones de miseria y una constitución impuesta a sangre y fuego por Pinochet. “Si no hay para los pobres, no habrá paz para los ricos”. A cuadras de la Moneda esta frase pintada le recuerda al presidente que el pueblo al que no ha podido derrotar comienza a sufrir nuevas penurias. Piñera respira aliviado… mientras come de un plato que, sabe, no podrá terminar.