Por Miguel Sorans, en Correspondencia Internacional N°45, 6 de julio 2020
Todo lo que se pueda escribir sobre el impacto de la crisis que vive el mundo desde el surgimiento de la pandemia del Covid-19 nunca alcanza. Es inédita y así quedará en la historia. Para peor, al momento de cerrar esta nota, la pandemia no ha terminado ni tiene visos de hacerlo. El coronavirus ha abierto todo tipo de debates, en especial sobre cuál será el futuro de la humanidad.
Tres cuestiones son seguras: 1) El capitalismo está viviendo la peor crisis económica de su historia. 2) Las multinacionales quieren salvar sus pérdidas a costa de la clase trabajadora. 3) Los que más padecen el Covid-19, y que peor van a sufrir las consecuencias, son los pueblos del mundo.
Todo lo que hoy se escriba debe tener su fecha de edición porque los números de la pandemia quedan, día a día, retrasados. Nuestro primer artículo fue el 14 de febrero. Entonces había 60.000 contagios en China y recién se empezaba a extender por otros países.
En la primera semana de marzo se informaban 110.000 infectados y 3.800 muertos en el mundo. Al momento de hacer esta nota, en julio, se registraban más de 10 millones de casos de coronavirus y 501.000 muertes. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ratificó que no estaría cerca el fin de la pandemia. Los Estados Unidos son el primer país afectado, con 2,5 millones de casos y 125.000 fallecidos. El segundo es Brasil, con 1,3 millones y más de 60.000 muertos. Se extiende por México y Sudamérica. En India se llegaba a 500.000 contagios. Japón y Corea del Sur reportaban nuevos focos. En China se volvieron a implementar medidas restrictivas ante el avance del virus en Pekín.
¿Por qué cuesta tanto poner fin a la pandemia? ¿Por qué hay nuevos brotes allí donde parecía superado?
Hay una combinación de causas. La primera es que no se sabe científicamente, aún, cómo combatirla. No solo por lo novedoso y cambiante del virus, sino porque la investigación epidemiológica de gobiernos e instituciones privadas está condicionada por las ganancias. La vacuna no se retrasa porque no existe una coordinación científica mundial, sino por una pelea entre los laboratorios privados, avalados por sus gobiernos, para ver quién se queda con el negocio.
Pero también existen otras causas que están relacionadas con el criminal e irresponsable accionar de los gobiernos capitalistas y sus multinacionales. Y esto no es una frase retórica. Desde los negacionistas del coronavirus, como Trump y Bolsonaro, hasta la Unión Europea y la misma China, pasando por todos los gobiernos capitalistas, con sus desigualdades, actúan bajo la lógica de la ganancia capitalista. Ninguno pone los recursos económicos posibles para combatir la pandemia. Los gobiernos fueron destruyendo los sistemas de salud pública estatal para favorecer la salud privada y ahora no ponen el dinero suficiente para recuperarlos. Para mejorar los salarios, proteger a los trabajadores de la salud, para más respiradores y elementos para los testeos. No ponen el dinero necesario para cubrir las necesidades de las y los trabajadores que no desarrollan tareas esenciales, de los pequeños comerciantes o talleristas, ni sobre los miles de millones de desocupados o precarizados. Las “ayudas” son mayoritariamente para salvar a las empresas. Por eso las cuarentenas se cumplen a media máquina, o directamente no se implementan, como hacen Trump y Bolsonaro. Para ellos lo primero es “la economía”. Por eso en todos los países ha primado la presión de las multinacionales, los empresarios y los bancos para que se retomen las actividades, lo que lleva a que miles de millones vuelvan a transitar. En Europa se abre todo para favorecer el turismo y a las patronales del rubro, con el riesgo de provocar nuevos contagios.
¿A qué mundo vamos?
En medio de la tragedia del Covid-19 también se puso en debate cual será el mundo que viene. Economistas, comentaristas y políticos opinan y escriben de todo.
Una importante personalidad mundial dijo que se necesita “promover una recuperación más inclusiva” (…) “aumentar la inversión pública en atención médica para proteger a los más vulnerables y minimizar los riesgos de futuras epidemias” para ir “hacia un mundo más verde, más inteligente y más justo en el futuro”. Insólitamente, esto lo dijo Kristalina Georgieva, la jefa del FMI, durante su participación en una videoconferencia que sostuvo junto al príncipe Carlos, de Gales, en el lanzamiento de la iniciativa El Gran Reinicio (3/6/2020, Télam, Argentina). Tal es la crisis del sistema que ya sus jefes dicen cualquier cosa para intentar tapar el desastre que han provocado. Al colmo de que la jefa del ajuste mundial diga que vamos a “un mundo más verde” y “más justo”.
Un editorial del periódico británico Financial Times aseguró: “La redistribución volverá a estar en la agenda (…) se requieren reformas radicales para forjar una sociedad que funcione para todos” (BAENegocios, 5/4/2020). El presidente de la Argentina, Alberto Fernández, dijo que “un capitalismo que no sea más justo no es un buen capitalismo” y propuso ir hacia “un capitalismo para que ganen todos” (Télam, 4/6/2020).
Mas allá de la llamativa coincidencia entre la jefa del FMI, el Financial Times y el peronista Alberto Fernández, de pedir un capitalismo “más justo”, tal proyecto es un “doble discurso”, o sea, simples mentiras. No existe ninguna posibilidad de reforma ni reestructuración “progresiva” del capitalismo. El sistema capitalista imperialista es injusto, irracional y para los ricos. Su razón de ser se basa en explotar a la clase trabajadora y saquear a los pueblos y sus riquezas para obtener superganancias. El crecimiento de la pobreza, del hacinamiento y de los cambios ambientales fue el terreno propicio para el surgimiento y desarrollo del Covid-19.
Nos dicen que nos lavemos las manos, por ejemplo, y en el mundo hay 2.100 millones de personas que no tienen acceso al agua potable. Eso es el capitalismo. Antes del coronavirus ya había 1.300 millones de personas en la pobreza, 172 millones sin trabajo y 1.400 millones con trabajo precario. Y ahora el informe de la OIT anunció que en el segundo trimestre del año se perdieron 480 millones de empleos (Clarín,1°/7/2020). A su vez, la jefa del FMI anunció que habrá 300 millones de nuevos desocupados luego de la pandemia. Una catástrofe. Nada que ver con el “mundo verde” y “más justo” del que habló en su conferencia de prensa.
Lamentablemente, vamos a un mundo peor para la clase trabajadora y los sectores populares. Ya estamos transitándolo. El gran problema para la humanidad es que, en medio de la pandemia, el imperialismo, las multinacionales y sus gobiernos profundizan los planes de ajuste. Quieren cobrarle la crisis del coronavirus a los pueblos, cerrando empresas, despidiendo masivamente y rebajando salarios.
Por eso, para los socialistas revolucionarios sigue planteada la tarea de luchar para terminar con el sistema capitalista imperialista. Habrá un mundo justo imponiendo gobiernos de las y los trabajadores que inicien la construcción de una sociedad socialista.
La crisis económica capitalista más grave de su historia
Todos los datos indican que el capitalismo está viviendo su crisis más aguda. Superior a todo lo conocido. Ya hay coincidencias, hasta entre economistas burgueses, de que es peor que la famosa crisis de 1929, como la más reciente, de 2007/08.
“A finales del 2021, la pérdida de ingresos superará la de cualquier recesión anterior en los últimos 100 años fuera de tiempos de guerra, con consecuencias nefastas y duraderas para las personas, las empresas y los gobiernos”, afirmó Laurence Boone, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (Clarín, Argentina, 11/6/2020).
Los voceros del imperialismo y las multinacionales atribuyen la crisis a la aparición de la pandemia. Quieren esconder su debacle y responsabilidad. Pero la crisis económica capitalista mundial ya venía de antes. El coronavirus le metió más leña al fuego e hizo que se profundizara a niveles inéditos.
A finales de 2019 solo los EE.UU. habían crecido, pero muy levemente. “Desde 2009 el crecimiento anual del PIB per cápita de EE.UU. ha promediado solo 1,6%. A fines de 2019, el PIB per cápita estaba un 13% por debajo de la tendencia de crecimiento anterior a 2008. Esa brecha equivale a $10.200 por persona, una pérdida permanente de ingresos”. (Michael Roberts, Sin Permiso, 3/5/2020). Europa estaba al borde de la recesión, Latinoamérica, estancada. China creció 6,2%, la cifra más baja desde 1992, cuando últimamente lo venía haciendo a entre 12% y 14% anual. El capitalismo nunca se pudo recuperar de la crisis económica aguda abierta en 2007. Se debate si fue igual o superior que la de 1929.
Nunca en la historia de la humanidad hubo niveles tan elevados de endeudamiento. En términos absolutos, la deuda global alcanzó los 253 billones de dólares el último trimestre de 2019, lo que equivale al 322% del PIB mundial. La crisis ya lleva doce años. El economista burgués Larry Summers la definió como “estancamiento secular”.
Ahora, tanto el FMI como la OCDE pronostican que la economía mundial se hundirá en 2020. Según la OCDE, la recesión será de 7,6 por ciento. El FMI aseguró que “por primera vez se proyecta que todas las regiones experimenten un crecimiento negativo en 2020”. (Clarín, 25/6/2020). Europa caería 10,7%, EE.UU. 8%, Latinoamérica y el Caribe 9,4% y China solo crecería 1 por ciento.
La consecuencia de esta debacle es la ola de despidos masivos, suspensiones, rebajas salariales y el crecimiento de los niveles de pobreza y hambre en el mundo.
Para enfrentar la crisis vuelve el protagonismo de las masas
Lo importante es que empiezan a retomarse las movilizaciones y huelgas contra este ataque de las multinacionales y los gobiernos capitalistas. La oleada de luchas de 2019 sufrió un impasse en los primeros meses de la pandemia. Pero ya se empieza a quebrar el miedo al contagio ante el tremendo ataque contra la clase trabajadora y los pueblos. Las luchas se dan para reclamar medidas de seguridad frente al coronavirus, por las demandas de las y los trabajadores de la salud, como contra los despidos, las rebajas salariales o los cierres de empresas. También contra la represión y el racismo con las multitudinarias movilizaciones que provocó, en todo el mundo, la rebelión en los Estados Unidos. En Líbano volvieron a marchar contra el hambre. En Hong Kong, por las libertades democráticas. El sector de la salud hizo protestas y huelgas en Francia, el Estado español, Italia, Túnez, Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Perú, Panamá, entre otros. Hubo importantes huelgas sindicales reclamando seguridad, por ejemplo, en los EE.UU. y en el norte de Italia. Miles se movilizaron en París contra los despidos de Renault. Paro por tiempo indefinido en Nissan de Barcelona ante el cierre. Huelga de un día de los metalúrgicos de Italia contra los despidos en la multinacional del acero Mittal. Grandes protestas en barrios populares de Santiago de Chile por comida. Cacerolazos y movilizaciones por “fuera Bolsonaro” en Brasil. En la Argentina hay huelgas de empresas contra los despidos y paros del transporte porque no cobran el salario. Hasta en Curazao, la isla holandesa en el Caribe, hubo protestas callejeras por despidos masivos.
Confiamos en que este proceso de despidos masivos y recortes salariales hará crecer la movilización obrera y popular que pondrá en cuestión los ajustes, como también a los gobiernos que los aplican. Cada día se hace más evidente que para enfrentar la actual crisis del coronavirus, como la que vendrá luego de la pandemia, se necesita avanzar en acciones unificadas a nivel internacional.
Desde la UIT-CI impulsamos esas luchas reclamando que la crisis del coronavirus la paguen los capitalistas. Proponemos luchar por un plan de emergencia obrero y popular en cada país e internacionalmente. En todo el mundo se necesita plata para salud, salario, trabajo y comida. Por altos impuestos progresivos a las multinacionales, los grandes empresarios, los terratenientes y los bancos, por el no pago de las deudas externas y contra toda forma de represión y por el derecho a la protesta. La pandemia del coronavirus no ha terminado.