Por Miguel Angel Hernández, miembro del secretariado de la UIT-CI y dirigente del PSL de Venezuela
Vladmir Ilich Ulianov, quien pasaría a la historia con el seudónimo de Lenin, nació un 22 de abril de 1870 y dejó de existir el 21 de enero de 1924. Precisamente se está cumpliendo un centenario de su muerte.
En el VIII congreso de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI), realizado el pasado mes de diciembre, se acordó llevar adelante durante este año una campaña de propaganda y difusión en homenaje a Lenin, principal dirigente de la Revolución Bolchevique, fundador del Estado Soviético y de la Tercera Internacional. En la misma presentaremos una serie de artículos sobre sus diversas facetas como revolucionario internacionalista, así como otros materiales, charlas, etc.
La presente es una de las notas con las que damos inicio a la campaña.
Lenin internacionalista proletario
Lenin fue sin ninguna duda, el más avezado e importante seguidor de las ideas de Marx y Engels. Fue quien llevó a la concreción los planteamientos del marxismo, expresado en la revolución bolchevique y en la fundación del primer estado de obreros y campesinos en el mundo: La Unión Soviética.
No solo aportó desde el terreno práctico y político, también lo hizo desde el ámbito teórico. Nos dejó toda una concepción de construcción del partido revolucionario y su régimen de funcionamiento que llamó “centralismo democrático”, amplia discusión interna y la más férrea unidad en la acción; definió la época imperialista del capitalismo en que vivimos como de crisis, guerras y revoluciones. En su famoso texto “El imperialismo fase superior del capitalismo”, explicó la fusión del capital bancario y el industrial dando origen al capital financiero, en la etapa de decadencia del sistema capitalista; nos legó un programa para la revolución socialista y una concepción del nuevo Estado de trabajadores, una nueva forma de gobierno afincada en la democracia de las mayorías obreras y populares.
Revolución social de dimensión mundial
Pero quizás su faceta más transcendental y de mayor alcance histórico y político fue la de revolucionario internacionalista que comprendía que el capitalismo era uno ya en la etapa imperialista de su desarrollo.
El capitalismo por la presión de las fuerzas productivas había llevado a la supresión de las fronteras nacionales y a crear un territorio mundial único y cada vez más integrado, imprimiéndole a la revolución un carácter internacional.
Lenin al igual que Trotsky, y antes Marx y Engels, comprendió que la lucha por la revolución socialista no podía estar circunscrita a un solo país, por eso afirmó que “en nuestro programa se habla de revolución social de dimensión mundial”i. Para Lenin la lucha por la revolución en cada país estaba subordinada a la revolución mundial. La lucha nacional del proletariado debía partir del pleno conocimiento de la situación del capitalismo a escala internacional.
Después de la toma del poder por los bolcheviques en 1917, una de las preocupaciones centrales tanto de Lenin como de Trotsky, además de fundar la Tercera Internacional, era que triunfara la revolución en Europa, y particularmente en Alemania. A tal efecto decía Lenin en una sesión del congreso de la Internacional Comunista en julio de 1921: “Para nosotros estaba claro que sin la ayuda de la revolución mundial era imposible el triunfo de nuestra revolución proletaria”ii. Esta frase da el tono de la importancia que Lenin le atribuía a los acontecimientos internacionales.
La bancarrota de la Segunda Internacional
Hasta antes del inicio de la guerra (1914), la Segunda Internacional había crecido exponencialmente, especialmente en Europa, agrupando tras de sí a millones de obreros de sus países. La expresión más avanzada de ese desarrollo era el Partido Socialdemócrata alemán, la joya de la corona, el partido respetado y admirado por todos los revolucionarios, incluido Lenin. El partido de grandes teóricos como Karl Kautsky, y figuras como Karl Liebnecht y Rosa Luxemburgo.
Los partidos socialdemócratas europeos, y particularmente el alemán tenían importantes bancadas en los parlamentos, así como en sindicatos, clubes obreros, prensa. Por ejemplo, el Partido Socialdemócrata alemán en las elecciones al Reischtag (parlamento) de 1911 obtuvo 173 diputados, al año siguiente era el partido con más diputados en el parlamento, habiendo obtenido un tercio de los votos. Ese gran partido, que había sido el modelo a seguir para la mayoría de los socialistas europeos, incluyendo a Lenin, traicionó estrepitosamente a millones de trabajadores uniéndose presuroso al fervor patriótico y nacionalista de sus respectivas burguesías en la primera guerra mundial.
Años de rutinaria actividad parlamentaria fueron produciendo una desviación reformista en esas organizaciones, propiciada por la acomodación de sus diputados y dirigentes a una actividad cada vez más circunscrita a la lucha por reformas dentro del régimen burgués.
Esto hizo crisis con el estallido de la Gran Guerra (primera guerra mundial), donde la mayoría de los partidos socialdemócratas europeos, encabezados por el de Alemania, se aliaron a sus respectivas burguesías imperialistas, aprobando en los parlamentos los créditos de guerra.
Pero esto se produjo no sin lucha al interior del partido. En el seno del Partido Socialdemócrata alemán existía un importante sector de oposición internacionalista a la mayoría oficial de la organización. Era el grupo Espartaco, conformado entre otros, por Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Franz Mehring, Clara Zetkin, Leo Jogiches, quienes en 1919 fundarían el Partido Comunista alemán.
Lenin y Trotsky caracterizaron la guerra como una confrontación imperialista por el reparto del mundo, entre Alemania que se venía desarrollando aceleradamente, por una parte, y por la otra, la principal potencia imperialista del momento, Inglaterra y Francia. Lenin dijo con razón, que se trataba de “dos pandillas que se disputan el mundo”.
Como parte de la pelea contra la guerra, del 5 al 8 de septiembre de 1915 un grupo de dirigentes de los partidos socialistas europeos, opuestos a la guerra desde distintas perspectivas, y entre los que se encontraba Lenin, asistieron a una conferencia en un pequeño pueblo montañés a unos pocos kilómetros de Berna, la capital suiza, con el objetivo de tratar de acordar una declaración contra la confrontación bélica en Europa. En dicha reunión, donde la mayoría se adscribía al pacifismo, Lenin representó al ala revolucionaria de los internacionalistas. Aunque no fue posible acordar la declaración, la reunión tuvo un gran impacto en toda Europa. Mostró que había un puñado de revolucionarios que reivindicaba el internacionalismo proletario, y que repudiaba la carnicería a que las potencias imperialistas y sus respectivas burguesías habían llevado a millones de trabajadores y campesinos, a una lucha fratricida.
En la primavera de 1916 Lenin escribe su famoso texto “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, donde sistematiza y caracteriza la etapa de desarrollo en la que se encuentra el capitalismo mundial, etapa última y de decadencia de un “sistema patentemente absurdo”iii, como lo caracterizó I. Wallerstein. En el prólogo a las ediciones francesa y alemana del texto, que datan de 1921, Lenin afirma que “la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las colonias, de las esferas del influencia del capital financiero, etc.”iv
Lenin funda la Tercera Internacional
Fue en el marco de la bancarrota definitiva de la Segunda Internacional, y al calor del triunfo de la revolución rusa en 1917, que Lenin se dio a la afanosa tarea de construir la Tercera Internacional, a pesar de las vicisitudes para levantar el novel Estado obrero, en el contexto de las penurias de la guerra civil y del bloqueo impuesto por las potencias imperialistas.
La Internacional Comunista, como se llamó, se fundó en Moscú el 2 de marzo de 1919. Su creación significó la ruptura definitiva con los partidos socialdemócratas agrupados en la Segunda Internacional.
Las resoluciones y documentos de sus primeros cuatro congresos son un compendio de enseñanzas revolucionarias, que en muchos aspectos, siguen teniendo plena vigencia para la construcción de partidos revolucionarios y para la lucha por el socialismo en el siglo XXI.
Lenin y Trorsky como revolucionarios internacionalistas consecuentes, además de denunciar la traición de la socialdemocracia de la Segunda Internacional, desde 1914 ya venían fraguando la conformación de una nueva internacional. A propósito de esto, Trotsky en su biografía dice que fue en la conferencia de Zimmerwald, a la que antes hicimos referencia, donde Lenin “templó el acero para una futura acción internacional. En aquel pequeño pueblo de la montaña suiza, puso las primeras piedras de la internacional revolucionaria.”v
El agotamiento de las masas rusas propiciado por años de guerra civil, la pobreza, el hambre y el aislamiento al no triunfar la revolución en Europa, y especialmente en Alemania, propició el surgimiento de la burocracia estalinista y con ello el progresivo abandono del internacionalismo, el triunfo de la teoría reaccionaria de Stalin del “socialismo en un solo país” y la liquidación del partido de Lenin. Esto se reprodujo en todos los partidos de la Internacional, los cuales se fueron transformando en apéndices dóciles y burocráticos del Kremlin, que aplicaron las políticas contrarrevolucionarias de conciliación con las burguesías de sus respectivos países y con el imperialismo. Todo esto llevó a Trotsky a dar por liquidada a la Internacional y a fundar en 1938 la IV Internacional.
En la UIT-CI somos continuadores de la experiencia y la tradición de la Tercera Internacional, particularmente en el período en que fue encabezada por Lenin y Trotsky, en ese sentido seguimos peleando por la construcción de partidos revolucionarios con centralismo democrático en todos los países y por construir una dirección socialista e internacionalista que retome el camino trazado por Lenin y Trosky y la Tercera Internacional.
Hoy luchamos contra los falsos socialismos, la supuesta izquierda “progresista” y contra todas las variantes reformistas de centroizquierda y del doble discurso, así como todas las variantes burguesas y de ultraderecha. Damos la pelea por la unidad de los revolucionarios, y por la reivindicación del verdadero socialismo con democracia de los trabajadores y los pueblos.
iLeón Trotsky. La Internacional Comunista después de Lenin (Stalin, el gran organizador de derrotas). Edicions Internacionals Sedov, edición digital, p. 39. 2017, en: https://www.marxists.org/
iiIbídem, p. 35.
iiiImmanuel Wallerstein. El capitalismo histórico. Siglo XXI editores, Argentina, 1988, p. 34.
ivV.. Lenin. El imperialismo, fase superior del capitalismo. Daniel Ochoa editor, Buenos Aires, Argentina, 2023, p. 12.
vLeón Trotsky. Mi vida. Intento autobiográfico. Ediciones IPS. Obras escogidas tomo 2, Buenos Aires, Argentina, 2012, p. 272.