Por: Miguel Lamas
El XIX Congreso del Partido Comunista Chino (que se reúne cada cinco años), con 2.287 delegados, supuestamente representativos de 89 millones de miembros (aunque el proceso de elección es ultraburocrático y la incidencia de las bases casi inexistente), terminó concentrando todos los poderes fundamentales del país en el presidente Xi Jinping: la jefatura del Partido Comunista, del Estado y del ejército.
El discurso del presidente destacó el refuerzo del «socialismo con características chinas», un invento ideológico que significa la dictadura del Partido Comunista y la apertura al capitalismo mundial (es decir, de socialismo nada). La economía china está dominada por grandes trasnacionales, asociadas o directamente occidentales (europeas, yanquis, japonesas y en los últimos años también por la inversión de trasnacionales chinas asociadas a las de otros países en África y Latinoamérica).
Este capitalismo chino, asentado sobre la prohibición para los trabajadores de formar sindicatos, y a la sociedad en general de formar cualquier partido político distinto del oficial PC, construyó sus industrias más grandes sobre la base de la inversión imperialista. No obstante esta represión, los trabajadores han realizado en los últimos años grandes huelgas, logrando significativas mejoras laborales, incluyendo mejores salarios, aunque sin poder romper la brutal superexplotación con jornadas de trabajo extenuantes y sueldos miserables, aun pese a las mejoras conquistadas. La superexplotación es el «secreto» de la prosperidad del capitalismo en China.
El congreso fue precedido por una ola de supuesto «combate a la corrupción», que le sirvió a Xi Jinping para liquidar a varios de sus competidores y llegar al poder absoluto. Y también con una ola represiva contra movimientos feministas y diversos disidentes, incluyendo leyes para vigilar internet.
En el proceso de reelección se hizo por los medios de comunicación una apología del líder que revive el culto de la personalidad de Mao. Esto quedó consagrado en el texto oficial que incorpora, como material que de ahora en más deberá ser estudiado en todas las escuelas, el «pensamiento de Xi Jinping», al nivel de Mao Tse Tung y Deng Xiaoping (el primero que concretó la restauración capitalista en China). En resumen, se intenta fortalecer al «gran líder» como el garante de la dictadura capitalista contra la clase trabajadora china.