Escribe Silvia Santos, dirigente de la UIT
Uno de los hechos históricos mundiales de la lucha de clases que más conmovió a nuestro país fue la Guerra Civil Española. La gran colonia de inmigrantes instalados en la Argentina se dividió entre republicanos y franquistas. Fueron casi tres años acompañando los acontecimientos del otro lado del océano con publicaciones, grandes debates y hasta enfrentamientos físicos. La tradicional Avenida de Mayo, en la ciudad de Buenos Aires, fue uno de los principales bastiones de aquellos acontecimientos.
En España, en febrero de 1936, ganó las elecciones el Frente Popular, formado por socialdemócratas, sectores del anarquismo y comunistas, más la «sombra de la burguesía», como decía Trotsky, con la activa participación de la URSS de Stalin. Ese resultado tuvo como respuesta un levantamiento militar fascista encabezado por Francisco Franco contra la República, el 18 de julio de 1936, desde Melilla, protectorado español en Marruecos. Sin embargo, el movimiento de masas, que venía en un gran ascenso, se levantó el 19 de julio, teniendo como vanguardia a Barcelona y Cataluña. Fue el inicio de un proceso en el que se puso en juego un enfrentamiento decisivo entre revolución y contrarrevolución.
1934. Los mineros asturianos y los obreros de Barcelona escriben una de las páginas más bellas del proceso revolucionario español.
En las elecciones del 14 de abril de 1931 cayó la monarquía, vencida por diversos sectores burgueses republicanos. El rey Alfonso XIII abdicó y se estableció un nuevo régimen. España era un país atrasado, con un gran peso político de la iglesia católica y los terratenientes, vinculados con la nobleza que, a su vez, estaba ligada a la burguesía financiera, industrial y comercial. Millones de campesinos vivían en la pobreza, explotados por la iglesia y los terratenientes, que eran los dueños de las tierras.
En octubre de 1934, como respuesta a la entrada de la extrema derecha en el gobierno de la República, se levantan los mineros de Asturias y proclaman una república obrera en la cuenca minera asturiana. Forman comités obreros, milicias y toman cuenta de la vida de la región, ocupan tierras, casas y edificios públicos. En solidaridad, en Cataluña se declara la huelga general y se proclama la Republica Catalana. Poco después, este heroico proceso es derrotado con un baño de sangre, sobre todo en Asturias, comandado por Francisco Franco. Pero el ascenso del movimiento de masas continuó y el Frente Popular, cuando venció en febrero del ’36, tuvo que enfrentar el levantamiento de los fascistas contra la República.
La revolución derrota el primer intento gopista.
Entre julio de 1936 y mayo de 1937, la revolución, con eje en Cataluña, derrotó la intentona golpista. Se formaron organismos de poder obrero, los “comités de milicias antifascistas”, que tomaron el control de la ciudad en Barcelona y el resto de la región. La vanguardia de este proceso fue la clase obrera. Tenían fuerza los anarquistas, organizados en la CNT, los socialdemócratas, el POUM y, en menor medida, el PC. Con desigualdades, el proceso se nacionalizó. En Valencia, Málaga, Lérida, Cantabria, Gijón y Jaén surgieron diversos comités en defensa de la República. En Madrid, donde tenía mayor influencia el Partido Comunista, los comités obreros no eran tan fuertes.
Por el peso de los anarquistas, desgraciadamente, no se avanzó en imponer un gobierno de la clase trabajadora, lo que permitió la consolidación del gobierno del Frente Popular. Consciente de que en España se jugaba la suerte de la revolución europea y mundial, León Trotsky escribió: “Los anarquistas se justificaron afirmando que no tomaron el poder, no porque no pudiesen, sino porque no quisieron, porque están en contra de toda dictadura…”. “Renunciar a la conquista del poder es dejárselo voluntariamente a los que lo tienen, los explotadores”. De esta forma, se le dio tiempo a la burguesía republicana, que bajo la dirección de Companys, recuperó la iniciativa, y en mayo del ’37 derrotó al poder obrero. A partir de entonces se entró de lleno en la guerra civil.
El frente popular y la política del estalinismo.
A medida que la burguesía republicana conseguía desmontar el proceso revolucionario, más peso adquiría el estalinismo en la guerra civil. El argumento, tanto del estalinismo como de los socialistas, era que como la revolución española no tenía más que resolver tareas democráticas (reforma agraria, Estado laico, los problemas de las nacionalidades, etc.), correspondía hacer frente con la burguesía. Todo para resguardar la sacrosanta propiedad privada.
León Trotsky, al respecto, afirmó: “Los teóricos del Frente Popular no van más allá de la primera regla de la aritmética: la suma. La suma de comunistas, socialistas, anarquistas y liberales sería mayor que cada uno de sus términos. Sin embargo, cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas la resultante es cero”. El estalinismo luchó con toda su fuerza en España para evitar una victoria proletaria, que significaría el fin de su propia dominación. Mientras Hitler y Mussolini apoyaban a Franco con su aviación y enviando tropas, Stalin estrangulaba la revolución justificando que se trataba de resguardar primero la República, en coalición con sectores burgueses.
Por esta nefasta política, con más de un millón de muertos, la República fue derrotada en abril de 1939 después de la heroica batalla del río Ebro. Esta es la lección más importante de la Guerra Civil Española: los gobiernos que intentan conciliar diferentes intereses de clase siempre finalizan favoreciendo a la clase de privilegiados y explotadores. Esta es una de las razones por las que el trotskismo morenista continúa luchando por la independencia de clase y por gobiernos obreros, populares, campesinos, con la juventud y las mujeres que adoptan un camino revolucionario.
La catastrófica política frentepopulista continúa reflejándose hoy en el Estado Español. En 1977, en plena decadencia del franquismo, los principales partidos políticos “republicanos”, como el PSOE, el PC y otras fuerzas menores, y sus colaterales sindicales, Comisiones Obreras y la UGT, firmaron junto al franquismo el Pacto de la Moncloa que, si bien contenía algunos avances democráticos impostergables, mantenía en esencia el régimen franquista. Hasta hoy esos “partidos republicanos” no han tenido el coraje político de defender la bandera por la que perdieron la vida cientos de miles de luchadores, el fin de la monarquía.
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Las Brigadas Internacionales
Impulsadas por el PC, pero también por fuera de él, millares de jóvenes se enrolaron para ir a pelear a España en las Brigadas Internacionales. Entre ellos, centenares de argentinos.
De los extranjeros, el más conocido fue George Orwell, autor del libro Rebelión en la granja, reconocido también por el magnífico testimonio de Homenaje a Cataluña.
Al llegar a Cataluña escribió: “Por primera vez en mi vida me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas, o rojas y negras, la bandera de los anarquistas; casi todos los templos habían sido destruidos… En los cafés había carteles proclamando que eran servicios socializados, hasta los lustrabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro”. Orwell formó parte de las milicias del POUM, partido identificado popularmente con el trotskismo. Desgraciadamente, el POUM también entró al gobierno del Frente Popular, y Andrés Nin, su dirigente, que en 1937 fue asesinado por el estalinismo, asumió el Ministerio de Justicia en Cataluña, hecho que desencadenó una dura discusión con Trotsky que terminó en una ruptura.
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Los bares de la Avenida de Mayo en Buenos Aires.
Pocos jóvenes saben que en la Argentina, en la Avenida de Mayo y Salta, también se peleó la Guerra Civil. En esa esquina eran comunes los enfrentamientos entre los republicanos, que se instalaron en el bar Iberia, llamado “búnker” republicano, y los franquistas, asentados en el bar Español. Inclusive, las disputas siguieron después de concluida la guerra civil y el triunfo del fascismo.
Los incidentes se producían casi a diario. En marzo del ’38 un camión se detuvo en la avenida, entre ambos bares. Uno de los grupos solidarios con la República comenzó a agitar consignas antifascistas. Los franquistas respondieron lanzando desde el bar Español vasos, platos, mesas y sillas. La batalla finalizó cuando llegó la policía.
Entre los republicanos había españoles y argentinos que tomaron partido contra el franquismo. Al mismo tiempo, la Guerra Civil Española despertó magníficos ejemplos de solidaridad internacional con la creación de comités que juntaron alimentos y ropa. Se organizó un acto en solidaridad con la República en el Luna Park, donde estuvo presente Libertad Lamarque. Pero lo más destacable fue la participación de los voluntarios, dispuestos a dar su vida en la lucha contra el fascismo.