Por Federico Novo Foti
Trotsky fue uno de los principales dirigentes revolucionarios del siglo XX. Encabezó la primera revolución socialista triunfante de la historia junto a Lenin en Rusia. Su nombre está asociado a la lucha por el socialismo, la democracia obrera y el internacionalismo. Con su asesinato, Stalin intentó cortar la continuidad histórica de la lucha obrera revolucionaria. Pero su legado sigue vigente.
El 20 de agosto de 1940 Trotsky recibió en su residencia de la calle Viena en Coyoacán, México, a Frank Jackson. El joven, que se había introducido en el entorno de Trotsky como supuesto novio de una de sus colaboradoras, se había presentado con la excusa de intercambiar opiniones sobre un artículo. Jackson aprovechó el momento de intimidad para atacar salvajemente por la espalda al viejo líder revolucionario. Al día siguiente, Trotsky falleció por las heridas sufridas. Jackson, un agente del servicio secreto soviético cuyo verdadero nombre era Ramón Mercader, había logrado consumar la sentencia dictada por José Stalin, entonces líder de la URSS: “¡maten a Trotsky!”.
El asesinato de Trotsky fue la culminación de un acecho implacable iniciado en 1927 con su destierro de Rusia, su exilio obligado por “el planeta sin visado” y el asesinato o confinamiento de sus seguidores, colaboradores y familiares. La causa de su persecución se encontraba en que, desde mediados de la década del ‘20, Stalin había comenzado a consolidar su poder burocrático en la URSS. Impuso desde 1924 la concepción no marxista del “socialismo en un solo país” y, desde 1935, los “frentes populares” de capitulación a las burguesías en todos los partidos comunistas de la Tercera Internacional.(1)
Entre 1936 y 1938, Stalin montó los “Juicios de Moscú”, una farsa judicial para exterminar a la vieja guardia dirigente del partido de Lenin, a sus opositores e incluso a algunos de sus más cercanos colaboradores. Trotsky fue el principal inculpado en los juicios, porque era el más destacado y consecuente dirigente opositor a la burocracia estalinista y encarnaba la continuidad del programa revolucionario, la democracia obrera y el internacionalismo. Por eso, para justificar su condena a muerte, las campañas difamatorias contra Trotsky recrudecieron. Para entonces el estalinismo llevaba más de una década borrando de la memoria popular su vida revolucionaria y su rol dirigente en la revolución junto a Lenin, acusándolo seguidamente de “agente de Estados Unidos” y “agente nazi”.
Una vida dedicada a la revolución socialista
León Davidovich Bronstein, Trotsky, había nacido el 26 de octubre de 1879 en una aldea cerca de Odesa en Ucrania, región sometida en ese entonces al imperio zarista de Rusia. Siendo muy joven se hizo marxista. El régimen zarista, rápidamente, le impuso encarcelamientos y la deportación a Siberia. Se unió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso tras su primera fuga de Siberia, sumándose a la organización orientada por Lenin. En la revolución de 1905 fue el máximo dirigente del soviet de San Petersburgo, capital del imperio. Tras la derrota de la revolución, fue deportado a Siberia junto a los líderes soviéticos, de donde escapó en un trineo tirado por renos, cuyas peripecias contaría en el libro “Viaje de ida y vuelta” de 1907, hoy reeditado con gran repercusión.(2) En su balance de la revolución de 1905 plasmó por primera vez su “teoría de la revolución permanente”. Afirmaba que los obreros de las ciudades, acaudillando al campesinado pobre, no la burguesía, eran la única clase capaz de encabezar la revolución democrática burguesa y, al tomar el poder, avanzar hacia el socialismo transformando las condiciones de vida en el campo y las ciudades. Trotsky fue también parte de la minoría internacionalista que, junto con Lenin, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, rechazó la traición de la Segunda Internacional cuando apoyó la guerra interimperialista en 1914 y pronosticó que “los años venideros presenciarán la era de la revolución social”.
En febrero de 1917 estalló la revolución en Rusia. Tras el derrumbe del régimen zarista, asumió el gobierno una coalición de la burguesía liberal y partidos reformistas. Pero, a su lado, resurgieron los soviets desafiando su poder. Trotsky logró retornar a Rusia en mayo, fue incorporado en la conducción del soviet de Petrogrado (ex San Petersburgo) e ingresó al Partido Bolchevique de Lenin. La revolución permitió una rápida confluencia entre ambos dirigentes. Lenin había logrado que el partido no diera su apoyo al gobierno provisional burgués y asumiera la pelea por un gobierno obrero, apoyado en los campesinos, lo que sería el preludio de la revolución socialista internacional. Los bolcheviques, con Lenin y Trotsky, fueron ganando cada vez más peso y lograron la mayoría en los soviets, siendo los únicos que defendían consecuentemente los intereses de obreros, campesinos y soldados. Finalmente, Trotsky fue designado responsable del Comité Militar Revolucionario del soviet que organizó la toma del poder el 24 de octubre, consumando la primera revolución obrera socialista triunfante de la historia.
Su legado sigue vigente
En el gobierno de los soviets, Trotsky ocupó distintos cargos y encabezó el Ejército Rojo, que derrotó en la guerra civil al Ejército Blanco, la coalición de ejércitos imperialistas. Tras la muerte de Lenin en 1924 y la consolidación del aparato burocrático, encabezó la Oposición de Izquierda contra el abandono del programa revolucionario por la burocracia estalinista. Luego del ascenso del nazismo en Alemania en 1933 habilitado por la política estalinista de dividir al movimiento obrero, Trotsky concluyó que la Tercera Internacional había muerto y era necesario fundar una nueva organización mundial. En 1938, aún bajo terribles condiciones de persecución, Trotsky se abocó a uno de los desafíos más importantes de su vida: la fundación de la Cuarta Internacional, el partido de la revolución mundial para dar continuidad al hilo rojo de la lucha revolucionaria. Su programa, el “Programa de Transición”, afirmaba que bajo el capitalismo decadente “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”. Poco después Trotsky sería asesinado, asestando un duro golpe al movimiento trotskista y agravando una crisis de dirección revolucionaria que continúa en la actualidad.
A ochenta y dos años del asesinato de Trotsky, el imperialismo sigue condenando a millones a la pobreza e indigencia en todo el planeta en medio de la crisis económica más importante de la historia del capitalismo y la guerra de ocupación de Putin en Ucrania. Pero los pueblos se rebelan, protagonizan heroicas luchas y revoluciones que derrotan los planes de ajuste y llegan hasta derribar gobiernos burgueses. Ante los cantos de sirena del falso socialismo que conducen a los trabajadores y los pueblos a nuevas frustraciones y derrotas, Izquierda Socialista y la Unidad de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) reivindican la trayectoria revolucionaria de Trotsky, la importancia de la fundación de la Cuarta Internacional y la necesidad aún vigente de construir partidos revolucionarios en todos los países. En el camino de reconstruir la Cuarta, llamamos a unir a los revolucionarios contra el capitalismo imperialista y los gobiernos burgueses, en defensa de los derechos de los trabajadores y demás sectores populares para desarrollar la movilización y conquistar mediante revoluciones triunfantes gobiernos obreros y populares que construyan un verdadero socialismo en todo el mundo.
1. Organización revolucionaria internacional fundada en Moscú en 1919. 2. L. Trotsky. “La fuga de Siberia en un trineo de renos”, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2022.